CAPITULO 20

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Diego: Tranquila amor, respira... Ahora haremos algo, te ayudaré a levantarte y te meterás en la bañera ¿si?
Roberta no respondía, seguía pálida
Diego: Se que puedes hacerlo... (Acariciando su mejilla) 
Roberta, una vez de pie, se desnudó. Diego miraba hacia otro lado. Ella se vio desnuda, estaba llena de golpes, sangre, arañazos... Al verse así, emitió un quejido. Diego se giró instintivamente y vio su cuerpo de espaldas, lleno de heridas. Roberta se metió en la bañera y de encogió, quedándose quieta. Él se acercó de rodillas, cogió una esponja y empezó a frotar suavemente sus brazos, quitándole la sangre. Roberta que tenía la mirada perdida, se alteró al notar aquel contacto y soltó un pequeño gritito que asustó a Diego. Empezó a frotarse los brazos con fuerza, empezando a arañarse como queriéndose quitar la piel, mientras gemía. Diego le aportó sus manos.
Diego: Para, para, para... (Evitando que se arañara) tranquila, no voy a hacer nada
La respiración de Roberta se agitó
Diego: Soy yo... Diego... Roberta tranquila...
Ella empezó a asentir y por primera vez calmó su respiración. Dejó que él la limpiara y le curara las heridas. Alguna que otra vez ella comenzaba a alterarse de nuevo, pero enseguida se calmaba, agarraba la mano a Diego e intentaba respirar. 
Diego: Listo
Roberta le miró
Diego: Te traeré algo de ropa, espera aquí
En cuanto él salió del baño, salió de la bañera y se volvió a mirar en el espejo. Quedó anonadada, sin expresión alguna, seguía mirándose. Diego entró y la vió allí de pie, sintió que le habían arrancado el corazón. La tapó con una toalla y la ayudó a vestirse. Después de eso, se sentó gimoteando, con la mirada en un punto fijo, no parpadeaba. Diego estaba exhausto, se sintió vacío por dentro. Recordó como ella le pegaba y le repetía mil veces que porque no la había ayudado. Apoyó los brazos en las rodillas y escondió la cara entre ellos. Empezó a llorar desconsoladamente, ante aquella tensión no le había dado tiempo a explotar y ahora que solo escuchaba el silencio y los sutiles gemidos de Roberta, se le subió la situación a la cabeza. Roberta lo miró, todavía sollozando, y su llanto acrecentó, la reacción de Diego la hacía asustar. Él se dio cuenta enseguida y levantó la cabeza rápidamente

Diego: ¡No no tranquila...! (Secándose las lágrimas) ya está, ya pasó todo (acariciándole el brazo)
Ella volvió a asustarse ante el contacto, al igual que en la bañera y se alteró un poco
Diego: (Apartando su mano rápido) Ya, ya... No te preocupes, ya no te toco amor...
Diego empezó a temer que el miedo repentino de Roberta ante el contacto no iba a superarlo facilmente. Intentaba no tocarla demasiado, ya que cada vez que lo hacía, el miedo volvía a sus ojos. Él intentaba ser lo más fuerte que se podía ser en una situación así. 
Diego: Mira, ahora iremos a tu cabaña y descansarás allí
Roberta empezó a negar efusivamente con la cabeza mientras veía como él se levantaba
Diego: ¿Que pasa? ¿Porque no? Tienes que descansar, yo me voy a quedar toda la noche contigo
Ella lo miró
Diego: Prometido (Intentando sonreirle)
Ella se levantó lentamente. Aunque no hablaba, Diego la entendía y sabía que no podía estar sola. 

Mientras caminaban hacía allí, Diego lo vio. Su sangre empezó a arder y la furia se convirtió en fuerza. Corrió hasta él. Vio una mancha de sangre en su camiseta.
Diego: ¡¡¡Tú!!!
Javier se giró y vio a Diego, manchado de sangre, sudando y bastante sucio. Una sonrisa de superioridad se dibujó en su cara, cosa que a Diego enfureció.
Javier, Vaya... (Riendo) Parece que ya la socorriste, felicidades superheroe (aplaudiéndole)
Diego no respondió, apretaba los puños con fuerza
Javier: ¿Que? ¿Quieres decirme algo?
Diego: Sabes que solo es una niña en comparación a ti... Porque tuviste que hacer algo así... (Cerrando los ojos)
Javier: Ay mocoso... Que te voy a decir (suspirando) me van las de 17 (riendo)
Diego: ¡¡Como te atreves!! ¡¡Enfermo!! (Empezaron a brotar unas lágrimas)
Javier: Ah... Ya se... (Acercándose a él) querías ser el primero ¿verdad? Vaya... Lo siento, te quité el puesto (sonriendo)
Diego no aguantó más y se tiró encima suyo, cegado de ira. No veía nada a su alrededor, solo su cara. A pesar de estar encima suyo propinándole puñetazos, dio un mal golpe, que Javier aprovechó para quitárselo de encima y empezar a golpearle. Diego sentía cada puñetazo, sus fuerzas se agotaban. Se visión se cegaba y sus oídos se taponaban. Escuchaba su lenta respiración mientras su vida pasaba ante sus ojos. Pero entonces Javier cayó k.o. encima suyo, con las fuerzas que le quedaban, lo apartó. Pudo ver a Roberta, con la respiración agitada y los ojos muy abiertos, sujetando una piedra bastante grande por encima de su cabeza; piedra que había utilizado para dejar inconsciente a Javier. Temblorosa, dejó caer la piedra al suelo, y, ante Diego, se desmayaba cayendo fuertemente al suelo. Diego estaba medio inconsciente, lo último que recordó fue como intentaba llegar hasta ella, arrastrándose. Los dos, en aquella plaza, perdieron la consciencia, y lo último que sus ojos pudieron ver fue... El uno al otro.

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