CAPITULO 32

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Diego se dirigía a clase de percusión. Pero una voz frenó sus pasos. Él había pensado que ya se había librado de Giselle, pero al parecer seguía persiguiéndolo. Esta vez, su cara era distinta, tenía una expresión de orgullo en el rostro.
Giselle: Dieguito (sonriéndole)
Diego: (sorprendido por como le había llamado) ¿Que quieres?
Giselle rió
Giselle: No debes hablarme así... (Con una voz tierna, acarició su mejilla)
Él la apartó de un golpe, molesto
Giselle: Mira... Creo que dentro de poco me vas a necesitar, quizás yo se cosas que tú no sabes y que te interesaría saber (intentando jugar con la situación) así que ya sabes, si algún día quieres saber algo me buscas (guiñándole un ojo)
Giselle se fue, dejando a Diego confuso, pero definitivamente a él no le interesaban las palabras de esa arpía, así que se despreocupó enseguida y siguió su camino.

Con Roberta. Se había querido dejar de rodeos y les había contado a Luján y Lupita lo que pensaba sobre su desmayo y su vomito matinal. Sus amigas, aunque preocupadas, intentaban calmar a Roberta. Intentaban no pensar en la idea de un embarazo. Ella quiso escuchar una opinión más y fue a buscar a Mía. Las dos hablaron discretamente a un lado de la cabaña.
Mía: Mira, todas las cosas que te pasaron tienen su explicación lógica. Cuando el desmayo hacia demasiada calor y los vómitos ya ves... Lupe también se sintió mal después de desayunar
Roberta: Mía, no me siento muy bien la verdad, tengo fuertes dolores de cabeza y unos pinchazos en... (Se señaló la parte del pecho) ya sabes... (Suspiró) Lo que necesito es asegurarme
Mía: Pero, ¿Como vas a hacer eso? A no ser que quieras ir a infermería... Pero si se enteran de esto no se que haría el director contigo Rob...
...: Yo puedo ayudar
Se giraron. Giselle había aparecido por detrás de ellas. Mía se alertó rápidamente.
Mía: ¡¿Sabes que no es de buena educación escuchar conversaciones aceñas?! (Acercándose a Giselle)
Roberta la frenó
Roberta: Espera (Mirando a Giselle) ¿Porque querrías ayudar?
Giselle: Bueno, ya te escuché hablar con tus otras dos amigas y... Simplemente me parece un mal trago... Y yo podría ayudarte
Mía: ¡Ay ya! ¡Mejor te largas!
Roberta miró a Mía, pidiendo silencio. Volvió a centrarse en Giselle.
Roberta: ¿Quien me asegura que esto no es una jugarreta tuya?
Giselle: Nadie (Hizo una pausa) pero yo ya lo sé, te ofrecí mi ayuda, si la quieres bien y si no me da igual, a mi este chisme no me va a dar nada
Roberta: Te podría dar a Diego
Giselle: (Riendo) ¿Tú crees? ¿Que conseguiría? Si le cuento esto ¿vendria conmigo? (Negando con la cabeza)
Tenía razón. Lo único que podría conseguir era que se separaran, pero en un caso muy extremo, ya que Diego siempre le apoyaba en todo, se lo había demostrado de sobras.
Mía: ¡Rob! Deja de escucharla, no te fíes de ella
Roberta las miró a las dos, estaba realmente desesperada
Roberta: ¿Como podrías ayudarme?
Mía: ¡¡Roberta!!
Giselle sonrió en su interior, ¿tan fácil había sido?
Giselle: Tengo gente fuera que puede venir al campamento, te pueden traer lo que necesites
Roberta: ¿Una prueba?
Giselle: Lo que quieras, con una llamada mía, la tendrás
Roberta: Esta bien
Mía: ¡No! (Histérica)
Roberta: Mía, se lo que hago...
Mía: (suspirando) no lo sabes...
Roberta: (Omitiendo el comentario de su amiga) Giselle, quizás esto ya es pedirte mucho pero... ¿Podrías quedar entre nosotras?
Giselle: (Asintió) Sin problema. Roberta, aunque no lo creas también tengo alma, (irónicamente) por mi culpa casi te expulsan y simplemente quería remediarlo de alguna forma, luego (alejándose) ¡me olvidaré de ti! (Desde lejos, mientras reía)
A Roberta le convencieron esas palabras. Se quedó un rato más con Mía, ya que parecía que no estaba muy de acuerdo con la decisiónque hhabía tomado. Ella pensó en las palabras de su amiga pero, ¿que mas daba? ¡Si ya se había enterado! Lo que se había pensado era en contárselo a Diego cuanto antes, sabia que ese tipo de cosas, si se escondían, traían problemas.

Giselle esperó al anochecer, así seria mejor, habría menos gente. Sacó su teléfono y marcó un numero.
Giselle: Tienes que ayudarme, te necesito para algo, y es algo que te va a interesar
A las horas, Giselle estaba en las verjas que limitaban el campamento de la carretera, esperando con el teléfono en las manos. Escuchó un motor y sintió como la velocidad disminuía. Unos pasos cercanos y, ahí estaba. Sudaba y su aspecto era deplorable. Tenia ojeras y estaba descuidado. En este caso su expresión era de rabia.
Giselle: Por fin...
Javier: ¡Dile al mocoso ese que no se acerque ni a ella ni a mi hijo! (Agarrando la reja con fuerza)
Giselle: (rió) A ver, a ver... En este caso mando yo (con voz de superioridad)

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