Capítulo 7

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—No te preocupes, es normal las primeras veces. —Jerome colocó uno de los brazos de Camila sobre sus hombros para ayudarla en su andar.

Tras ser escupida por el vórtice de viento, Camila se encontró con un lugar extraño pero fascinante. No sabía si el caminar le estaba ayudando a disminuir la sensación de revoltijo que poco a poco se iba desvaneciendo, o más bien era el hermoso destello que este peculiar lugar brindaba ante sus ojos.

Hubo un momento en que detuvo su paso para prestar total atención a las edificaciones del lugar que le provocaron un deja vu: casas de adobe bañadas en cal blanca con techos de palma, cubiertas de rebosantes flores de colores. Calles anchas y empedradas y esos arbustos y árboles de frutos comestibles por doquier.

Un poco confundida pero ya más repuesta, admiraba asombrada las numerosas especies fantasmagóricas que sobrevolaban libremente entre las edificaciones del lugar. Podía apreciar la diversidad de figuras danzantes y juguetonas que interactuaban con las personas a su alrededor. Observó que algunas de ellas, simulaban los cuerpos de animales conocidos y otras más extrañas, con formas creativas que nunca había visto.

"Wow", pensó para sí. 

Se detuvieron frente a un edificio alto, de tan solo cinco pisos,  pero que sobresalía de todos los demás por su arquitectura cilíndrica. Las escaleras serpenteaban el delgado inmueble y podían verse desde donde se encontraban en ese momento.

Conforme subían, Camila admiraba el paisaje que poco a poco se iba descubriendo ante sus ojos. A pesar de la oscuridad, la luna y las estrellas suplían el trabajo del sol e iluminaban virtuosas al pueblo. Descubrió que estaban sobre una isla en medio del inmenso y tranquilo mar. Esta isla estaba rodeada de un malecón con una barda de piedra perimetral de no más de un metro de alto y donde el mar golpeaba constantemente.

Una vez en la cima del edificio, se toparon con una gran puerta de madera labrada con figuras humanas que portaban armas y la cual estaba franqueada por dos enormes soldados con machetes en sus manos, muy atentos a la guardia del lugar. Al verlos llegar, hicieron reverencia formal a Bruno y Jerome.

Camila no pudo dejar de observar el imperioso lugar. Techo alto transparente, que filtraba el brillo de las estrellas que titileaban su  luz alegremente en el inmenso marmol, presente en paredes, piso y en las enormes estatuas dispersas alrededor.

Detuvo su vista en una gran silla de piedra blanca, que desde lo lejos, parecía estar grabada con jeroglíficos. Sentado en ella, se encontraba un anciano de muy avanzada edad.

—Señoría. —Ambos chicos hicieron reverencia formal ante el anciano a lo que Camila imitó confusa.

—Bruno, líder de espadachines. Jerome, líder de arqueros. Los esperaba­. —Dijo el anciano—. Tu debes ser Camila.

Camila asintió.

—Mucho gusto Camila. Soy el Jefe de los Guardianes. No sé si se te han informado, pero me gustaría mucho que te quedarás unos días en la Isla, ¿podrías hacerme el favor de quedarte por un tiempo? Tómalo como unas vacaciones. —Sonrió—. El objetivo es hacer unas pruebas y descubrir el por qué puedes vernos. Como sabrás, esta situación es la primera vez que se nos presenta y nos encontramos muy curiosos con ella. Yo, personalmente, me encuentro muy curioso de conocer el motivo. ¿Podrías quedarte, Camila y ayudarme? 

—Sí, Señoría. —Respondió automáticamente Camila, cayendo a los pies de la irresistible amabilidad y carisma que emanaba el Gran Jefe.

—Que así sea. —Hizo una modesta pausa—. Te pido paciencia. Has llamado mi atención y has levantado una alarma entre los Guardianes al mismo tiempo. Pero ya te explicaran estos dos hombres más adelante. Por lo pronto ve a descansar. ¿Están listos sus aposentos, Bruno?

—Sí, Señoría.

—Acompáñenla por favor, e informen lo que es necesario. Gracias por venir, Camila. — Tomó una de las manos de Camila e hizo una reverencia ante ella—. Nos veremos pronto.




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