Capítulo 11

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Bajo las sádicas órdenes de Bruno, Camila entrenó junto a él por las siguientes semanas.

Se alistaban a las 4 de la mañana para dar 10 vueltas alrededor de la isla como parte del calentamiento inicial. A eso de las 7, tomaban un ligero desayuno a base de huevo crudo y café. De ahí, se iban al dojo para practicar artes marciales y uso de armas.

Desde un inicio, Camila había mostrado su nula capacidad en el manejo del alabardero. Más grande que ella y demasiado pesada en uno de los extremos, lograba desbalancearla al grado que, en dos ocasiones, logró tirarla al suelo con tan solo sostenerla. Quedó descalificada desde la primera hora de entrenamiento.

—¿Cómo le hacen para cargar las armas todos los días, todo el día, Bruno?  —Preguntó Camila mientras peleaba con las flechas en un intento de colocarlas en el arco.

Bruno tomó una de las flechas y con delicadeza, retiró el arco de las manos de Camila. Colocó a paso lento, mostrándole cada detalle de la simple forma de cómo se debe situar correctamente dicha flecha dentro del arco.

—El arma se vuelve una extensión de tu cuerpo con el tiempo, Camila. —Explicó paciente—. Espero lo logres algún día, pero primero debes descubrir qué arma es para ti. 

—Dentro de los Guardianes hay tres tipos de virtuosos: los arqueros, los espadachines y los alabarderos —Prosiguió con su clase—.  Éstos forman Las Tres Secciones en que se divide la población total de la Isla Guardián. Es indebatible que no perteneces al grupo de alabarderos y aún estoy considerando el de arqueros; creo que deberíamos probar con espadas. ¿Estas lista?

Lanzó hacia ella una de las espadas que había tomado de la pared del dojo.



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