Capítulo 17

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Camila reflejaba su urgencia por llegar a Brighton en la velocidad de su trayectoria. El malhumorado copiloto, Jerome, hacía constantes observaciones acerca de la manera de pilotear ese artefacto por la carretera a la ciudad. 

—Les compraré camas nuevas. —Jerome comentaba emocionado al bajar del auto en el estacionamiento de la tienda de mascotas. 

—Los veo aquí mismo terminando, chicos. —Respondía Camila  al ver alejarse a Misha y Du del auto y quienes mostraban un temperamento algo feliz para lo ordinario.


Al llegar al bistro café donde  su cita era, pdió un expreso doble y un pan de chocolate. Caminó hacia el baño, aprovechando el tiempo de espera de su pedido, pero metros antes de llegar a su destino, se detuvo en seco al escuchar la conversación de dos hombres que que hacíanreferencia de una chica que acababan de atender. Parada en el borde de la pared Camila escuchaba:

—¿Seguro que puede vernos? —decía el hombre de voz ronca.

—Sí, seguro. Alcancé a quitarle la licencia de manejo al pedirla como identificación para el pago y no se la devolví. —Emitió una risa burlona—. Dos de nuestros hombres la están siguiendo en este momento. Esa chica sería un muy buen alimento para el jefe y nos haría quedar muy bien con el, ¿no crees? —dijo el chaparrito de voz chillona que vestía uniforme del Bistro.

Camila se asomó un poco para verlos mejor. Notó que el hombre pequeño tenía en una de sus manos un celular y en la otra una credencial que en ese momento, metía a la bolsa trasera del pantalón. 

Respiró profundo en un intento llenarse de valentía. Tomó su celular y comenzó a utilizar atentamente la pantalla a la vez que caminaba directo hacia los hombres golpeando a uno de ellos al pasar.

—Disculpa. Ya sabes estas cosas hacen que uno se vuelva tan torpe —dijo Camila sonriendo nerviosa al momento de recoger su celular del suelo.

—Ten más cuidado. —Dijo el hombre pequeño.

—Lo tomaré en cuenta.


Después de 10 llamadas perdidas y 20 mensajes urgentes, Jerome y las mascotas se encaminaban hacia el coche que los esperaba en el estacionamiento a las afueras de la tienda de mascotas.

Jerome venía cargando lo que parecía a lo lejos, dos camas esponjosas y grandes, y unas bolsas cargadas en las muñecas de los brazos.

—¿Por qué tardaste en contestar, Jerome? ¡Me urge hablar con ustedes! —hablaba exaltada. Estiró la mano y le entregó una credencial a Jerome—. Mira.

—Es una chica muy guapa. De facciones finas, con ojos expresivos y boca carnosa. —Dijo sonriente Jerome.

—¡Ni me digas! Parece modelo de revista —se mostraba Camila celosa—. Escuché hablar unos Devoradores y aseguran que esta chica los puede ver. Tenemos que ir a esta dirección y ayudarla. —Camila seguía las instrucciones del GPS que previamente había configurado para llegar a donde vivía la chica.


Se pararon frente a un pequeño edificio blanco muy lujoso, de solo siete pisos de alto y que aparentaba ser muy exclusivo y costoso.

—¿Cómo vamos a entrar Jerome? Hay guardias por todos lados —preguntó ansiosa.

—Es muy sencillo. Mira...

Jerome creó en un instante un alargado círculo de aire que giraba rápidamente. En el interior, se veía la continuación de la calle y las cosas como si nada nuevo hubiera pasado. Una vez del otro lado, Camila pudo detectar un brillo diferente alrededor. Las cosas, los animales y las personas se presentaban brillantes, como si les hubieran espolvoreado brillantina por doquier y los rayos del sol la intensificaba. Había también otro tipo de personas, una en especial que no brillaba, se mostraban más bien oscura, que contrastaba con lo demás.

—Esas son almas, Camila. Quietas, perdidas y desorientadas. —Explicó Jerome al detectar a Camila mirándola atentamente—. Nos encontramos en la Segunda Dimensión, la Dimensión de las Almas. Desde aquí todo se mira de modo diferente: los vivos, las cosas, hasta las almas. Esta es la dimensión de más acción para nosotros y para los Devoradores. —Se acercó al alma y le lanzó un ligero rayo de luz de la palma de su mano. Al tocarla, inmediatamente se transformó en burbuja que se elevó al cielo. —Listo. Hay que buscar a la chica. —Ordenó.


Jerome buscó en cada uno de los botones de los departamentos en el intercomunicador, hasta dar con la señorita Olivia Hall.

—405. —Dijo Jerome al ver el nombre junto a ese número.

Du y Misha habían atravesado la puerta de cristal de entrada a la edificio ante los ojos atónitos de Camila.

—¡Wow! ¿Nosotros también podemos hacerlo Jerome? —preguntó entusiasmada.

—Se pueden hacer muchas cosas en esta dimensión que en la primera no, como por ejemplo traspasar las cosas a placer. Para lograr hacerlo necesitarás de mucha concentración. ¿Podrás hacerlo?

—Probemos.

Jerome tomó de la mano a Camila y después de hacer varias respiraciones juntos, le dijo:
—manten en tu mente fija la imagen de ti atravesando la puerta de cristal. Imagínate haciendolo una y otra vez—. La jaló para traspasar la puerta. 

Misha y Du comenzaron a reírse a carcajadas al ver que Camila se atascó con medio brazo atravesado en el cristal.

—Jerome, ¿qué hago? —Camila miraba desesperada el medio brazo que salía del vidrio.

Al verla, Jerome intentó contener la risa con todas sus fuerzas. Cruzó de nuevo y se colocó a un lado de ella. —Relajate. Respira.

Después de jalarla para ayudarle a sacar su brazo del cristal, acercó el dedo a la rendija de la llave de la puerta y lanzo un tenue rayito eléctrico. La puerta de cristal se abrió completamente dejándolos entrar al edificio como una ráfaga de viento por la tarde, que el chico encargado de la puerta, muy apresurado no tardó en cerrar.

—Eso hubieras hecho desde un principio —dijo molesta Camila.


Al llegar al departamento, encontraron la puerta abierta. Jerome fue el primero en asomarse y ver esparcidos por el interior, pedazos de lo que solía ser una sala. Mientras esquivaban los destrozos al pasar, se escucharon ruidos provenientes de la recámara.

Se acercaron con cuidado y se colocaron silenciosos a un lado de la puerta del cuarto que estaba a medio abrir. Pudieron ver a una chica que se encontraba boca abajo en el interior, recostada en la cama y cubierta de sangre. Encima de ella y sosteniéndola, había un Devorador y a una lado de éste, había dos más, disfrutando de la escena.

En un parpadeo, Jerome le había disparado con su arco al Devorador que estaba encima de la joven, cubriéndola de polvo al momento. Camila, por otro lado, había desenvainado las espadas y entró detrás de Jerome, pero los otros dos Devoradores se dieron a la fuga al lanzarse del edificio a través de la pared del cuarto.

—Está viva. —Camila confirmaba los signos de la chica sobre la cama.

—Llevemosla a casa. —Dijo Jerome.

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