Capítulo 29

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—Bienvenida, mi pequeño bocado. Te estaba esperando, —dijo con singular alegría el Rey Devorador. Hizo una seña con ambos brazos a todos sus seguidores.

Camila brincó del segundo piso y aterrizó sin ningún problema en el suelo. Caminó entre la multitud de Devoradores quienes abrían el paso en su camino.

—Estas aquí.

—Acabemos con esto, ¿quieres? —Camila empuñó fuertemente sus espadas y se puso en guardia dirigiendo ambos filos hacia el.

—Espera, ¿no deseas primero hablar conmigo? ¿Preguntarme cosas? ¿Saber qué tanto disfruto todo esto?

—No. —Respondió tajante.

Se lanzó sobre de él sin pensarlo. El Rey Devorador se evaporó en humo negro para aparecer muy sonriente detrás de ella.

—¿Segura que no quieres hablar primero?

—No tenemos nada de que hablar.

—Mi querido 21. Si tu insistes. —Levantó ambos brazos.

El Rey Devorador sacó de entre sus ropas una espada negra brillante, como de obsidiana y la dirigió hacia ella. Podía verse en la espada el reflejo de las llamas danzantes que explotaban continuamente sobre la lava.

—Estoy listo, cuando quieras comenzamos, mi pequeño bocado. —Sonrió apacible.

Camila corrió a una velocidad que, un humano normal no podría ver con sus ojos, pero para un Devorador, eso no era problema. El Rey Devorador atajó con su espada el golpe de Camila. Un rechinido agudo surgió tras el roce de ambas armas metálicas que hizo eco en el lugar. Algunas chispas vibrantes surgieron de el.

—¡Nadie se entrometa, esta presa es mía! —dijo divertido mientras contra atacaba con un golpe de lado.

El sudor de Camila escurría abundante por el cuello y frente. A veces se le metía a los ojos provocándole un leve ardor y que debía quitárselo con la manga de su suéter.

Las espadas no dejaban de resonar y de chispear; golpe tras golpe, en ese profundo y lúgubre lugar.

Escuchó a lo lejos una voz familiar que gritó su nombre. Giró un poco sus pupilas para comprobar a Misha en su forma celeste, quien combatía a su vez, a unos cuantos Devoradores. "¿Qué diablos hace ella aquí?, se preguntó.

—Veo que tus amigos no te abandonan, bocado, —dijo sarcástico el Rey Devorador.

Durante esa diminuta pausa, alcanzó a ver a lo lejos y en la cima del área, a Jerome con arco y flecha en mano junto a otros Guardianes, disparando a cuanto Devorador se le acercaba a sus amigos. En el extremo opuesto se encontraba Du, en su forma celeste, con un Devorador destazado en su boca. 

La figura de Bruno, se abrió paso tras un brillo repentino que hizo su espada. Lo vio caminar seguro como en un sueño en cámara lenta, hendiendo su espada a todos a su paso. Hubo un segundo que olvidó lo que estaba sucediendo para admirar el despliegue de habilidades que él tenía durante la batalla.

Bloqueó el golpe que la arrastró de nuevo a la realidad. El Rey Devorador se encontraba tan cerca de ella que podía sentir el vaho de su boca. Su olor era a metal óxido y vapor caliente. Sus grandes ojos, donde no se alcanzaba a ver los límites de sus pupilas, carecían de párpados.

El cuerpo del Rey Devorador era una mezcla entre humano y monstruo. Se decía que tenía siglos ocupando un cuerpo humano y que éste, ya se había adaptado a la forma real de él: logrando algo grotesco entre las dos especies. Oscuro y deforme, grande y fuerte. Con unos afilados huesos que le sobresalían a los lados de los brazos, las piernas y de la columna vertebral.

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