Capítulo 20

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A la mañana siguiente y muy puntual, Camila se encontraba en el dojo donde solía entrenar con Bruno. Se sentía emocionada y un poco nerviosa. Después de tanto tiempo y por primera vez, Bruno y ella estarían pasando "tiempo juntos".

Ataviada en un cómodo traje de dos piezas de algodón de color blanco, se encontraba sentada en cuclillas en la reluciente duela de bambú, junto a un grupo de 6 personas, que no tardaron en llegar al lugar un poco después que ella.

—Para acumular la energía en los brazos, recuerden que lo primero que deben hacer es respirar profundo en tres ocasiones. Al principio tendrán que contarlas, pero al final lo harán de manera inconsciente. —Dirigía Bruno.

—¿Cómo sabremos que ya están cargados los brazos, Maestro? —Preguntaba una mujer joven de cabellera roja.

—Sentirán un ardor, que denota que está listo para disparar. —Bruno, les mostraba la técnica con sus brazos—. Puede dispararse o ser de nueva cuenta absorbida.

Camila miraba con atención como una leve gama de color blancuzco centelleaba danzante alrededor de ambos brazos de Bruno y en un instante desaparecer. Sacudió los brazos en un intento por aflojar los músculos contraídos por el esfuerzo.

—Deben controlar la técnica en dos horas. —Dijo determinante.

Cada uno de los estudiantes practicó la nueva técnica durante dos horas. Camila daba su mayor esfuerzo en cada intento, apretaba los puños, cerraba los ojos y se concentraba por completo en ambos brazos. Al sentir el ardor, abría los ojos para ver cómo las líneas de energía se formaban brillantes en sus brazos.

Tenía un poco de problema para absorber de nueva cuenta dicha energía. En un número incontable de ocasiones Camila disparó accidentalmente la luz destruyendo en una ocasión, una columna del dojo. En otra ocasión, disparó contra la espalda de uno de sus compañeros que estaba parado frente a ella en ese momento, dejándolo inconsciente en el suelo. 

—Camila, ¿podrías sentarte el resto de clase en este lugar, por favor? —Con ceño fruncido Bruno señalaba uno de los rincones del Dojo.

Con las piernas y los brazos cruzados, ella se sentó molesta donde él le había indicado. Se sentía frustrada, por lo complicado que le fue hacer algo que se miraba tan sencillo. Todos practicaban sin mayor problema obteniendo resultados al instante, en cambio para ella resultaba tan difícil. ¿Por qué se me complica?, se preguntaba ante la escena de la perfecta clase.

Sin poder tolerarlo más, decidió pararse y caminar hacia fuera del dojo. Comenzaba a anochecer y sin pensarlo, y por primera vez desde su llegada, se dirigió al lugar que más le resultaba atractivo de la Isla: el malecón.

Se paró frente al inmenso mar y lo contempló absorta. Tenía una especie de emoción combinada con escalofrío clavada en su pecho, al recordar el animal que la atacó. Su pensamiento se estancó en Bruno, quien había sido el que la había sacado del agua. "Pude haberme ahogado", pensó al momento de sentir erizar su piel.

"Bruno se ha portado muy indiferente desde hace tiempo. Ni siquiera me mira durante el entrenamiento y no me ha buscado todavía", se repetía cada vez más angustiada. "El único día en el que hemos hablado fue cuando desperté en el cuarto de la enfermería", pensó.

Se recargó en el borde de la barda del malecón. Se quitó sus zapatos y se deslizó por encima, para sentarse cómodamente encima de el. Tenía los brazos rodeando sus piernas y las rodillas le tocaban su barbilla.

—¿Puedo sentarme junto a ti?

"Bruno", pensó Camila mientras veía por el rabillo del ojo una silueta alta que se acercaba a ella. Al virar la cabeza se dio cuenta que esa voz sí era la de Bruno. 

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