Capítulo 28

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Tras llegar frente al local, sintió un pinchazo aún más profundo en su cicatriz que la hizo arrodillarse en el suelo por unos segundos. Al recuperar la postura y levantar la vista, se topó con un cartel a medio alumbrar que decía "El Dáimon".

Reconoció el lugar de inmediato. Le había llamado especial atención el edificio: "peculiar forma, parece un rostro gritando. Muy ad hoc a ellos", pensó.

Atravesó la puerta de la entrada que figuraba el aspecto de una boca abierta. Una vez dentro del lugar, caminó lentamente intentando no golpearse con los muebles amontonados por doquier. El descuido del lugar brillaba bajo la titilante luz del techo. El espacio tenía un olor sofocante a hollín mezclado con sangre vieja y el aire se tornaba cada vez más caliente conforme se adentraba en la habitación.

Al llegar al fondo del amplio salón, se encontró con un elevador muy antiguo que tenía la puerta a medio abrir. Con su dedo índice siguió una de las formas gruesas de la reja del ascensor y, al terminarla, se percató que en la parte de arriba, justo encima de la puerta, había un placa de metal oxídado donde se leía la palabra "Heaven". 

Sin pensarlo más, entró y cerró la reja de formas barrocas tras ella.

Buscó con la mirada el panel de control que en el cual solo había una flecha roja direccionada hacia abajo. Pulso, intentando seguridad, pero el vibrar de su dedo delataba el miedo que sentía dentro.

Conforme las líneas rojas que giraban en dirección de las manecillas del reloj dentro de un hueco en el panel de control, Camila sobaba sus manos como síntoma de un tic nervioso.  

De inmediato sintió estremecer su corazón y enfríarse sus manos al mismo tiempo al percibir el último brinco del elevador en señal de de la inminente apertura de sus puertas. Respiró profundo e intentó calmarse:  "Ya estas aquí, no hay marcha atrás. Debes terminar con esto, Camila". Cerró los ojos por unos momentos antes de salir.

Descubrió un lobby con paredes hechas de piedra y de tierra, donde podían verse gusanos y otros animales fantasmagóricos salir y entrar a través de ellas. En los francos, se observaban unos pasillos iluminados de naranja oscilante, como fuego en una chimenea.

"Izquierda", se dijo. 

Se adentró algunos metros y encontró una pequeña barda, no más de un metro de altura, que dejaba ver un primer piso. En ese lugar, estaban congregados los devoradores frente a su Rey. La sala era amplia y estaba dividida a la mitad por un río de lava ardiente y burbujeante, el cual era atravesado por varios puentes colgantes. Además de la lava que iluminaba poco el lugar, colocadas en los muros, había unas bolas de fuego que ayudaban a la visibilidad para Camila.

Los gritos de emoción de los asistentes se escuchaban en el recinto tras un pequeño discurso del Rey Devorador. La mayoría de los Devoradores se encontraban en su físico natural aunque se veían algunos pocos con posesión de un cuerpo humano. "Son tan feos", pensaba Camila, "borrosos, oscuros y deformes; con razón buscan almas con que sostenerse".

Dejó en el suelo la mochila que había estado cargando todo ese tiempo. La abrió y de ella sacó toda clase de explosivos, los cuales había tomado sin permiso de las instalaciones de los Guardianes. Comenzó a pegarlos discretamente en las columnas y paredes del segundo piso.

A unos cuantos metros para terminar su recorrido, un Devorador la atajó de frente y con un fuerte golpe, la aventó hacia la pared del pasillo. 

Se levantó de inmediato y tomó de su espalda, las espadas que sostuvo en sus manos de forma defensiva. Esquivó algunos golpes que el monstruo le propinó pero, el último impactó logró lanzarla fuertemente hacia el suelo arrastrándose por el varios metros.

En el fondo, Camila sabía que no estaba lo suficientemente preparada para combatir a los Devoradores: "no quiero que nadie más salga herido", pensó al momento de ponerse en pie de nuevo y tomar fuerzas para su contra ataque.

Con un reciente brío y un par de golpes al Devorador, lo dejó colgando de la barda, hasta que lo vio caer al primer piso ante la mirada atónita de los asistentes.



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