Capítulo 18

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Después de esparcir la sal de mar por la orilla que rodea la casa y colocar velas blancas y cuarzos protectores en el interior, Camila se dispuso a hacer una cena para todos. Preparó emparedados de pollo con tocino como para un ejército, agua de frutas y sacó del sótano, algunas botellas de tinto, que sirvió en copas para todos.

—Siempre cocina de forma incontrolable cuando necesita aclarar su mente, —comentó Du al ver a Jerome atónito ante el comportamiento descontrolado de Camila, quien pasaba de embarrar panes con mayonesa, a dorar el tocino y el pollo, al armado del emparedado con lechuga y tomate y finalizar poniendo todo junto en una bandeja plateada.


—¿Quiénes son ustedes? ¿Dónde estoy? —La chica se había acercado a la cocina.

—Estas en mi casa, Olivia. Soy Camila, el es Jerome, Du y Misha. —Señaló a cada uno—. ¿Un loche de pollo y tocino? —Extendió la mano hacia ella.

—No, gracias. Tengo que irme. —Dijo angustiada.

—¿Por qué la prisa? —Preguntó Jerome—. Quédate. Aquí estarás segura.

—¿Cómo? —Sofía se veía muy confundida.

—¿Desde cuándo puedes ver esos seres? —preguntó Misha.

Sofía se había quedado sin palabras y señalaba muda a la gata que acababa de hablar. Tras un suspiro ella contestó.

—Ya nada me impresiona... creo. Todo comenzó hace unas semanas. Al principio pensé que mis ojos estaban mal pero luego se fue complicando. Esos rostros... deformes, son espantosos. Me da miedo salir de casa. —Dijo angustiada.

—No te preocupes, con nosotros estarás bien. —Agregó Du al acercarse a ella y dejarse acariciar.

—¡Eres un coqueto! —Camila reía burlona.

—¿También ustedes pueden ver esas cosas? —Preguntó sin entusiasmo, Sofía.

—Sí, todos nosotros. —Respondió Camila.

—Lo mejor para todos y por lo peligroso de la situación, es que nos vayamos a la Isla de inmediato. Además, debemos cotejar si el ADN de esta chica está dentro de la lista de Jared. —Compartió Jerome su pensamiento tras una mordida a uno de los emparedados.

—No. No quiero regresar ahí. ¡De ninguna manera! —Respondió Camila tajante.

—Van a atacarnos. La tranquilidad es temporal. Los Devoradores no se dan por vencidos fácilmente, una vez que se enfocan en una presa, es difícil que la dejen ir. —Jerome no dejaba de comer tranquilamente.

—Sólo son dos Devoradores, Jerome. Podemos contra ellos ¿no? —Aseguraba Camila al momento que se acercaba a la ventana de la sala.

Movió un poco la cortina para demostrarle a Jerome que estaba equivocado y que el exterior de la casa se encontraba aún vacía. Para sorpresa de ella fue, que a las afueras de su propiedad, se habían acumulado ya varios Devoradores, aún indecisos de entrar en ella.

—¡Oh! Ya hay Devoradores, pero son muy pocos. Además, no podrán acercarse por las protecciones que pusimos. —Agregó al ver el rostro de "te lo dije" de Jerome.

—Se están comunicando más rápido de lo que creí. Du, Misha, hay que prepararnos para un posible ataque. —Ordenó Jerome mientras se levantaba de la silla para inspeccionar la casa.

—Sí. —Respondieron al unísono.

—¿Comunicando? —Preguntó Camila.

—Pueden mandar alertas a través de humo negro que emanan por la boca. Este viaja a través del aire y llega al receptor, quien al aspirarlo de inmediato recibe la información. Es su manera de comunicarse entre ellos, si así lo necesitan. —Explicó Du.

—Ya veo.

Ofelia, nerviosa e inquieta, se acercó junto a Camila para echar un vistazo por la ventana y comprobar que eran aún pocos los monstruos.

—Camila, dijiste que estaba afuera de la propiedad, ¿cierto? —preguntó nerviosa—. Bueno chicos, miren... —Sofía corrió por completo las cortinas y todos pudieron ver a un montón de Devoradores ya dentro de la propiedad.

Jerome se acercó para confirmar que los Devoradores se encontraban a un paso de la casa. Observó que la rodeaban con cautela y discreción, por la fuerza de la sal de mar, que les impedía ingresar y los mantenían al margen.

—Les dije, no podrán ingresar. A pesar de que ahora son muchos... —sonaba aún orgullosa Camila.


Cada vez más cerca, se veían Devoradores asomándose por cada abertura de la casa. Algunos hablaban y reían como si estuvieran en un día de campo y otros, más vigilantes, mantenían la guardia como si estuvieran en plena guerra.

Con la nieve cayendo durante toda la tarde, poco a poco se fue absorbiendo la línea de sal hasta desaparecer casi por completo en algunas áreas. Comenzaron a escucharse golpes fuertes proveniente de las paredes, puertas y ventanas, en un intento desesperado por parte de los monstruos para entrar a la casa.

—Hay que irnos. 

La voz de Jerome nunca había sonado tan seria como en ese momento. Imponente y fuerte que hizo estremecer a los demás.

Se escuchó el sonido de un vidrio romperse y esparcirse en el suelo. De inmediato, aparecieron unos Devoradores por el pasillo de la cocina, ágiles y ávidos de almas, con los ojos rojos y el rostro desfigurado.

Misha como Du de forma automática, transformaron sus cuerpos en entes traslúcidos que multiplicaba sus tamaños y sus cuerpos se habían vuelto más toscos. En tonos azules, desprendían un contorno resplandeciente que dejaba un halo detrás. 

"Ya después averiguaré", se dijo Camila, quien nunca los había visto en esa forma.

Du se había abalanzado sobre uno de los Devoradores, destrozándolo por completo con sus dientes hasta hacerlo polvo. Misha había hecho lo suyo, al hendir la piel del pecho de uno de ellos, con sus grandes y filosas garras.

—¡Vamos, entren todos de inmediato! —ordenó Jerome eufórico después de preparar un vórtice de aire que los dirigía directo a la Isla.

Misha, Du y Ofelia brincaron hacia el otro lado del vórtice mientras que Camila alargó el brazo con la palma de la mano hacia el frente y junto a Jerome, emanaron una brillante luz cegadora mientras se acercaban despacio hacia el vórtice de aire.

La luz destellaba cegando a todos, incluyendo a Camila y Jerome. Conforme la luz se atenuaba, podía verse a través de sus rayos, como los Devoradores se desintegraban hasta convertirse en polvo y como de ese polvo aún flotando en el aire, emergían las burbujas contenedoras de almas, que volaban libres hacia el cielo.

Jerome miraba atento el ondear de las pompas en el aire antes de cerrar el vórtice detrás de ellos.

—¿Están siendo liberadas todas las almas de los cuerpos de los Devoradores? —Preguntó al aire, muy intrigado.

Guardianes de almasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora