Los estruendosos golpes de las filosas espadas se escuchaban en todo el dojo. La pelea estaba decorada de piruetas y apoyada con uno que otro grito de batalla, lo que hacía que el entrenamiento se notara intenso y podía leerse en el sudor de ambos.
Tras un descanso y tirados en el suelo, Bruno explicaba que después de pasar por ciertos exámenes físicos, un Guardián debe ponerse el sello en ambas manos. Dicho sello, va quemado en las palmas a través del Hierro Sagrado otorgado por El Gran Jefe, y éste es absorbido por la piel hasta desaparecer.
—Duele y quema. Sellada como lo hacen con las vacas en la Primera Dimensión. ¡Es perfecto! ¿Para qué todo el sadismo, Bruno? ¿No hay otras formas menos dolorosas? ¿Seguro que no queda alguna cicatriz?. —Pasaba de la ironía a la preocupación.
—El sello canaliza la habilidad y la fuerza de ayudar a transportar las almas al siguiente nivel y que puedan renacer antes de que sean consumidas por los Devoradores. No queda marca alguna, te lo aseguro, es sólo un sello debajo de la piel. Como te dije, desaparece.
—¿Me aseguras que no quedará cicatriz alguna? Mis manos son sagradas, con ellas trabajo. —Dijo notablemente desconfiada.
Bruno se acercó a ella y levantó sus manos para mostrarle ambas palmas.
Camila tomó sus palmas y las acercó a sus ojos. Las palpó delicadamente con su dedo índice en busca de alguna señal extraña, verificando a detalle la información de su entrenador. Las giró un par de veces y repitió toda la operación hasta que quedó convencida.
—Muy bien, te creo.
Al levantar la vista, alcanzó a ver los ojos azules de Bruno que se colaban entre los dedos de la mano que sostenía. Por un tiempo se miraron fijamente, sin quitar la vista el uno del otro. No supieron cuanto tiempo pasó, pero pareció congelarse en un instante eterno.
—...Además, nos facilita el manejo de la energía luz, que es una arma que todo Guardián posee, sin excepción. Es dirigida y fortalecida por los sellos. Esta energía la utilizamos para purificar las almas y pasarlas al siguiente nivel. También sirve para desintegrar a los Devoradores. —Agregó Bruno visiblemente nervioso, rompiendo el silencio que lo había puesto incómodo.
—Así que, al pelear contra ellos, debo cuidar aún más mis manos. Imagino que están al tanto de esa debilidad, ¿cierto? —Analizaba Camila en voz alta. Soltó las manos de Bruno de golpe.
—Así es. Los Devoradores se alimentan de las almas de los humanos, como bien sabes. Las consumen para fortalecerse. Devorar el alma de un Guardián es un manjar que pocos logran, sólo los más poderosos pueden llegar a hacerlo. Así que no te preocupes, que de los Devoradores más peligrosos, me encargaré yo. —Dijo seguro.
Al reiniciar el entrenamiento, Camila había vislumbrado con facilidad nata, la virtud en la pelea a dos katanas. Parecía que su rumbo dentro de los Guardianes caminaba tranquilo y directo a pesar de lo apresurado del origen.
Sus movimientos ágiles y espontáneos metió en problemas algunas veces al experimentado Bruno, quien se libraba sólo por cortas distancias.
Después de golpear fuertemente con el codo la espalda de Bruno y éste caer de espaldas adolorido sobre el suelo, Camila se postró de inmediato encima de el, dejándolo inmóvil.
—Has mejorado mucho en muy poco tiempo. Me sorprende, Camila. —Entre quejidos alcanzó a decir.
—Gracias. Pero tu sigues siendo un desalmado conmigo. —Sonrió.
—Así serán los Devoradores cuando te enfrentes a ellos. No tendrán piedad.
Ambos chicos sostuvieron sus miradas sin parpadear unos segundos, hasta que poco a poco, Camila se fue acercando a la boca de Bruno y lo besó lentamente, como esperando a que él la alejara, pero no lo hizo. Se ahorraron las palabras y siguieron sus instintos que les ordenaban incontrolables, no separarse el uno del otro.
Al cabo de unos minutos y cientos de suaves besos de por medio, Camila levantó un poco la cabeza y sonrió al verlo sonreír. Se recostó junto a el, en la duela fría y se quedaron callados dejando que el silencio hablara por ellos.
—Tienes linda sonrisa... Digo, cuando no la ocultas debajo de esa máscara de seriedad. —Dijo nerviosa.
Bruno se sentó de golpe tras escuchar un estruendoso tronido que hizo estremecer todo el lugar. Ayudó a Camila a levantarse y se dirigió a la puerta del dojo.
—Sígueme. El Gran Jefe nos ha convocado.
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Guardianes de almas
FantasyDesde pequeña, Camila ha visto el mundo de singular manera, muy diferente a como lo ven los ojos de los demás. Después de conocer a Jerome y a Bruno, su vida dio un giró inesperado, pero pudo entender el origen de su rareza. Foto: Pexels.com