Después de varios días, el Gran Jefe citó a un pequeño grupo seleccionado previamente, para trabajar con relación al caso Camila. Los convocados esperaban reunidos en la gran sala de juntas del Edificio Sagrado.
—Camila, te pediré que te quedes por un tiempo más, por favor. —Inició sonriente el Gran Jefe al acercarse a la congregación.
—Pero, no puedo dejar a mis mascotas solas por tanto tiempo. —Dijo un tanto avergonzada ante la mirada de los demás—. Se van a morir de hambre sin mí.
—¡Oh! Los Informantes, ¿cierto? —El Gran Jefe sonrió aún más—. Jerome se ofreció estar a cargo de ellos desde el primer día que aceptaste a permanecer aquí. No te preocupes, a partir de hoy se quedará por tiempo completo. Los cuidará como corresponde. Además, necesito a un Guardián supervisando el área. Área muy sospechosa, he de decir. —El Gran Jefe se rescaba curioso la barba blanca.
El Gran Jefe se había acercado a Camila a un punto que ella podía ver los poros abiertos de su raído rostro. El le había hecho la confidencia en voz alta, mirándola con esos ojos que se parecían a los aromas después de la lluvia.
—Me preocupan los Informantes, es por eso que los dejo bajo el cuidado de Jerome. —Agregó firme.
El rostro atónito de Jerome fue cambiando lentamente a uno que se llenaba de felicidad placentera. Era la gran oportunidad de tomarse algo cercano a unas vacaciones, pensó, junto con la emoción y curiosidad natural que le causaba estar cerca de las 'mascotas', como Camila las llamaba. Sentía una peculiar simpatía y atracción por los Informantes, a diferencia de la mayoría de los Guardianes, quienes solo los utilizaban para hacer su trabajo, sin estrechar lazos más allá de lo laboral.
—Bruno, te quedas a cargo del entrenamiento de Camila, por favor, —ordenó El Gran Jefe—. Me mantienes al tanto de los avances por más pequeños que estos sean. Quiero que adquiera un buen nivel de pelea en el menor tiempo posible.
Los ojos de Bruno se abrieron tanto, que podías ver lo que pensaba. A pesar de la expresión de inconformidad en su rostro, asintió con la cabeza y acató las órdenes en silencio.
Camila espero quieta en la camilla del Centro de enfermería de la Isla. Era un lugar amplio y muy limpio, dividido por cortinas en pequeños cuartos, donde atendían a los pacientes.
Por las siguientes tres horas a petición del Gran Jefe, Camila se vio envuelta entre agujas, resonancias y personal médico de la Isla Guardián. Ataviada con una bata blanca y varias agujas en uno de sus brazos, aguardaba cansada por la llegada de otro doctor para realizar el último análisis del día.
Una chica de cabello rojo y ojos expresivos, entró al cuarto. Se sentó a un lado de Camila en la cama y se dispuso a sacarle una muestra de sangre.
—¿Para qué es este bote de sangre? Ya van cuatro...
—Los anteriores fueron para análisis generales. Y este para hacerte pruebas de ADN y corroborar si te encuentras o no en nuestra base de datos.
"ADN", se dijo.
Camila vio la lógica en el proceso médico pero realmente esperaba un sondeo vudú o algo más esotérico; o por lo menos, un místico cotejo de personas basado en plegarias y velas blancas, bailando alrededor del fuego, más que un método científico tan común. Con el poco tiempo que llevaba ahí, podía darse cuenta que las similitudes tecnológicas y médicas, eran más bien, ordinarias.
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Guardianes de almas
FantasyDesde pequeña, Camila ha visto el mundo de singular manera, muy diferente a como lo ven los ojos de los demás. Después de conocer a Jerome y a Bruno, su vida dio un giró inesperado, pero pudo entender el origen de su rareza. Foto: Pexels.com