Capítulo 25

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Camila se incorporó de prisa, se mudó de ropa y corrió hacia la puerta. 

Era mediodía y se le había hecho tarde para todas las clases. Aceleró el paso entre las calles de la Isla, recordando el lugar en el que debía estar a esa hora: —Terminó la clase de meditación y la de artes marciales, sigue prácticas con la espada... Bruno. —Se dijo en voz alta.

Al llegar se encontró con Bruno quien a pesar de haberse dado cuenta de su presencia, se limitó a seguir en sus labores de limpieza del dojo.

—Bruno, debo hablar contigo urgentemente, —dijo al intentar recuperar el aire después de la carrera que había emprendido hacia ese lugar.

—¿Qué es tan importante que fuiste capaz de no llegar a la clase? Y faltaste a todas las clases anteriores Camila. —Giró hacia ella quedando de frente—. Soy todo oídos. —Cruzó los brazos y tomó una actitud molesta.

Después de un titubeo al verlo tan enojado al final habló: —No pude dormir debido a un mal sueño. No sé si fue un Visitante o sólo un mal sueño.

Bruno se acercó a ella un poco alterado.

—¿Estas bien? ¿Te pasó algo?

—No. Te digo que no estoy segura si fue sólo un sueño o fue realmente un Visitante.

—Cualquier cosa que veas rara en tus sueños debes decírmelo de inmediato. Es una orden, Camila.

Bruno estaba más molesto que antes. Nunca lo había visto así, casi fuera de sus cabales, con el rostro rojo y los ojos ardientes.

—Apenas desperté y vine a decirte. —Replicó Camila desconcertada.

—No es cierto. Deambulaste toda la noche por el malecón. —Exasperado respondió—. Debiste buscarme y contármelo todo en ese momento, Camila.

—¿De qué serviría? No estabas... ¿Cómo?

—¡Que eso no te detenga. —La interrumpió—. ¡Cualquier cosa, por más mínima que sea, debes reportármela de inmediato! —Bruno levantó  la voz—. No debes dejar pasar el tiempo, puede ser muy peligroso.

Las facciones de Bruno cada vez se endurecían más y más conforme la plática progresaba. Camila notaba como los puños de él se cerraban fuertemente y algunas de las venas comenzaban a emerger a través de la piel.

—Lo siento.

—¿Lo sientes? ¿Es todo lo que tienes que decir? No lo sientas y ten extremo cuidado de no andar despreocupándote de las cosas que te suceden.

—Lo siento, —dijo intentando contener que las lágrimas se desbordaran por sus ojos.

—¡No puedo protegerte si no me dices que sucede! ¿Cómo crees que llegaré a tiempo para salvarte? ¿Cómo piensas que podré ayudarte si no me dices nada? —El tono de voz era cada vez más alto.

—¡Ya no me grites! —Exclamó desesperada en un grito Camila—. Sé cuidarme sola y he aprendido mucho de ustedes. Además Jerome me explicó que no puedo ser devorada en un sueño.

—¡Pero puede hacerte daño! ¿No lo aprendiste ya? ¿Qué necesitas para entender eso, Camila?

—Me haces sentir como una completa inútil. ¡Puedo defenderme sola! Los accidentes suceden Bruno, y la muerte del anterior Gran Jefe o de Carlota lo demuestran. ¡No fue tu culpa! No puedes protegernos a todos.

—¿Quién te contó eso? —Hizo una pausa—. Ese Jerome. —Caminó de un lado al otro que parecía un león furioso y desesperado por salirse de su jaula.

—Bruno, tranquilo. No sucederá lo mismo que aquella vez. Lo que le pasó a Carlota fue diferente situación, ahora todos tenemos conocimiento y nos estamos preparando...

—No quiero que vuelvas a mencionar su nombre ¡Jamás! ¡Entendido? ¡No puedes compararte con mi pro... con Carlota! —La interrumpió en un grito—. Ella era una gran guerrera y una excelente mujer y tu eres...

—¿Soy qué, Bruno? ¿Soy qué...? —Intentó no gritar pero aún así las palabras le salieron de golpe—. No soy una gran guerrera, eso es muy cierto, pero soy una excelente mujer. En cambio tu... a nadie le has contado que hay algo entre nosotros, ¿verdad? ¡Ni a Jerome! Sé que le contaste a todo el mundo acerca de tu prometida, ¡a la semana de comenzar a salir! ¿Qué soy para ti, Bruno, entonces? ¿Solo una aventura en comparación con tu prometida muerta? ¿Esa es la diferencia a la que te refieres entre ella y yo?

Bruno se quedó estupefacto y en silencio, mirándola fijamente.

Camila lo observó por unos segundos para luego retirarse lo más rápido que pudo. Su paso acelerado sobre las calles de la Isla, se escuchaban en el sonidos de los charcos al pasar.

En un parpadeo y de forma automática, se encontraba parada en medio del kiosco de la plaza. Se metió entre una de las bancas y la pared del kiosco. Sentada con las rodillas muy pegadas a su pecho, las abrazaba fuertemente. Sentía el escurrir de sus lágrimas por sus mejillas y en ese momento se percató que estaba llorando.


Camila abrió los ojos y observó que estaba en el cuarto cuando se despertó. Notaba algo raro dentro, comenzando por la ausencia de Du y Misha.

—Es un sueño —se dijo fastidiada.

Bajó los pies de la cama y los colocó sobre la alfombra verde afelpada que tenía en el suelo. Retiró las cobijas y arrugó con sus manos el pantalón de la pijama a la altura de las rodillas.

—Sé que estas ahí. No te escondas en las sombras —dejó colar un tono molesto.

—Me percibes. El lazo que nos conecta cada vez es más fuerte. —Dijo la voz ronca que salía de la oscuridad.

—Quiero preguntarte algo. ¿Es divertido para ti cazar a todos los Guardianes de esta manera?

—Fue divertido mientras duró. —Respondió sonriente.

—¿Cómo?

—Ya lo sabrás.

—Entiendo. ¿Por qué no me devoras de una vez?

—En sueños no se puede.

—Cierto. ¿Dónde te busco? —Camila ya no sentía miedo, sino agotamiento mental.

—Cerca de tu hogar, ahí me encontrarás.

—Esperame, te visitaré pronto. —Dijo finalmente Camila. El saberse objeto de caza le inquietaba pero era mucho mayor el hastío que la situación le generaba.

Guardianes de almasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora