Habían pasado dos semanas desde el incidente que la había obligado a permanecer encerrada en el cuarto de la casa de Bruno. Una vez al día, a media tarde aproximadamente, le dejaban en la mesa un plato listo, servido junto a una jarra de algún jugo frutal y otra de agua. La comida era abundante y normalmente no la terminaba, pero guardaba en su cuarto un poco por si le daba hambre más tarde.
Durante esos días, su rutina se había vuelto simple y vanal. Había estado haciendo excursiones alrededor de esa gran casa visitando cada cuarto sin que nadie la reprimiera. En uno de sus paseos solitarios, descubrió una enorme biblioteca y de vez en vez, se llevaba uno de los libros para acompañarse con una lectura a la hora de comer.
En otra área de la casa, había descubierto un dojo repleto de dagas, katanas y cuchillos esparcidos por las paredes del lugar. También en las paredes, se veían papiros pintados con frases seleccionadas del libro "El arte de la guerra" de Sun Tzu. Antes del anochecer, cada día, Camila había adoptado un entrenamiento dentro de ese dojo. Peleaba con el maniquí de madera que allí se encontraba y practicaba los pasos de lucha que había aprendido previamente en sus clases. De ahí, se dirigía a su curato a tomarse una ducha, leer y dormir.
Con el pensamiento estancado en la palabra "Devorador" que le taladraba el cerebro, Camila adquiría más preguntas a las escasas respuestas que había conseguido hasta ese momento acerca de su origen. Su posible procedencia se había opacado por la posibilidad de algún otra opción. "¿Cómo puedo emanar vapor? ¿Qué diablos soy?", se repetía a modo de canción pegajosa.
Una tarde, Camila había regresado a su cuarto después de haber comido en el comedor de la casa y se encontraba guardando la comida en una cómoda, cuando escuchó golpes en su puerta, que rompían con el silencio que incansablemente la acompañaba.
—¿Cómo has estado, Camila?
—¡Hola Jerome! Me da gusto verte.
—Supe lo que pasó. Perdona que no haya podido venir antes, pero nos han tenido con mucho trabajo en la otra dimensión.
—No te preocupes, estoy bien. ¿Cómo están Du y Misha? ¡Los extraño tanto!
—¡Muy bien! Ellos también te extrañan mucho.
—¿Qué tanto hacen en la Primera Dimensión? Si se puede saber...
Jerome se sentaba junto a ella en el colchón del cuarto.
—Teníamos instrucciones de alertar acerca de las posibles discrepancias en la lista de desaparecidos que Jared entregó. Buscamos a los Informantes registrados para notificarles e implementamos mecanismos de búsqueda apropiados con todos los Guardianes de diferentes Islas. Tal ves no seas la única sobreviviente, esa es la teoría de Bruno. —Agregó Jerome—. Por cierto, ¿estas lista para la fiesta de mañana?
—¿Fiesta? ¿Qué fiesta?
—Es una fiesta de Bienvenida y quiero que vayas conmigo, por favor. —Hizo una pausa—. Bruno estará ahí sin duda y podrás hablarle, si tienes algo pendiente con el. —Agregó con ironía.
—No tengo vestido y no quiero importunar. —Dijo nerviosa.
—Mañana te consigo un vestido, no te preocupes por eso. Y en cuanto a importunar, ¡claro que no! Todos en la isla estan invitados, además estarás conmigo, como mi pareja. Pasaré por ti a las 7 pm en punto. ¿Qué color de vestido te gusta? —Dijo emocionado.
Al siguiente día, Jerome llevó una bolsa gris cargando en su hombro hasta la puerta del cuarto de Camila.
Al abrir, le mostró un vestido de tirantes gruesos en color negro, con algunos detalles dorados en las orillas, que le quedó a la perfección a la hora de probárselo. Enfatizado debajo del pecho, caía un hermoso despliegue de tela plisada. Camila acompañaba el atuendo con unos zapatos altos dorados, que a pesar de ellos, el vestido aún rozaba el suelo.
ESTÁS LEYENDO
Guardianes de almas
FantasyDesde pequeña, Camila ha visto el mundo de singular manera, muy diferente a como lo ven los ojos de los demás. Después de conocer a Jerome y a Bruno, su vida dio un giró inesperado, pero pudo entender el origen de su rareza. Foto: Pexels.com