Camila despertó. Se encontraba cansada e intentó sentarse en la cama. La cabeza le dolía y sentía un dolor de músculos en todo su cuerpo. Observó alrededor los tonos blancos del cuarto que acompañaba la solitaria cama donde ella estaba, un sillón frente a ella y la mesa con un monitor que tenía a un lado.
"¿Dónde estoy? ¿Qué diablos sucedió?", pensó.
Logró levantarse aunque sentía el piso dar vueltas en sus pies que la obligó a recargarse de nuevo en la cama. Miró su brazo aún conectado al monitor por unos momentos, hasta que decidió arrancar los cables. Al no ver a nadie en su habitación, caminó por el pasillo en busca de alguna persona, pero el lugar se encontraba completamente vacío. "¿Estoy en un hospital? ¿En qué dimensión? ¿Qué diablos?", pensó confundida.
Se dirigió descalza y aún con la ropa de la enfermería puesta, hacia la casa de Bruno. Intentaba caminar de prisa pero las piedras del suelo lastimaban sus pies. El ambiente del pueblo lo sentía extraño, como un deja vu. Se percató que la gente pasaba junto a ella al verla, comenzaba a rumorar. Algunos hasta se hacían a un lado y otros tantos, filtraban en su mirada un poco de temor.
—Todo esto me recuerda mi niñez. —Se dijo.
En la casa de Bruno fue directo a su cuarto y deslizó la puerta detrás de ella. Se quedó parada recargada en ella, escudriñando en lo más recóndito de su mente por algún recuerdo que le diera una pista de qué había sucedido anteriormente, pero no logró nada.
Los días transcurrieron con desgana pero finalmente decidió ir a practicar con Christy. Pasó por su mente que, un poco de ejercicio podría caerle bien y levantarle el ánimo.
Ataviada en ropa deportiva muy temprano por la mañana, aguardaba por Christy en el sitio de entrenamiento de siempre. El grupo con el que entrenaba solía estar desde muy temprano en ese lugar.
Dos horas más tarde, se encontraba caminando de regreso a su cuarto, luego de la espera solitaria en el dojo: "tal vés estaba enferma", pensó. Caminó pausado por el malecón apreciando fijamente el mar. Había sentido las miradas pesadas encima de ella durante todo el día, pero poseía la destreza casi natural, de no prestar atención.
"Ignorar como a los Devoradores". Perdió su mirada y su mente en el oleaje matutino que danzaba delicado frente a ella.
Tras un brío de confianza repentino, se alistó para ir a los comedores a trabajar esa tarde. De vez en vez, ayudaba en la cocina del comedor general del área suroeste de la isla.
Pensó que al mantenerse ocupada su mente no divagaría en lugares conflictivos ni crearía historias distintas a la realidad. Esperaba que ayudar en la cocina podría desaparecer la sensación de estrujamiento en su pecho.
Frente a la parte trasera del comedero, Camila estaba resuelta a entrar y mostrarse frente a todos los compañeros de trabajo.
Abrió la puerta despacio, mirando cautelosa a su alrededor. "Me siento una ladrona en un lugar prohibido", pensó, pero se armó de valor e ingresó al lugar.
La recibió el aroma de diferentes sabores de la cocina que le golpeo el sentido del olfato haciendo estrujar su estómago. "Tengo hambre".
Caminó por el angosto pasillo hacia el área de corte. Se paró debajo del marco de la amplia puerta y miró a sus compañeros ocupados cada uno en lo suyo por unos momentos. Sonrió tímidamente para saludarlos, quienes al verla se mostraron atónitos e inmóviles dejando de lado lo que estaban haciendo en ese momento. De la impresión, hubo uno al que se le cayó lo que traía en las manos, derramándose todo el contenido en el suelo.
De súbito, el jefe del área, un hombre grande y robusto, le saltó enfrente. La tomó de la muñeca y la arrastro con él hasta la parte trasera por la cual ella había logrado entrar.
—Camila que sorpresa... pero todavía te ves mal. No te han dado de alta, ¿o sí? Necesitas descansar más. Anda, regresa a tu casa o a la enfermería. —Dijo nervioso el jefe del área.
—Estoy bien, se lo aseguro. ¡Llena de energía para ayudarles de nuevo! —Dijo gustosa.
—Mira, te voy a ser sincero. La mayoría de mis trabajadores, se sienten incómodos con tu presencia por ahora. ¿Podrías esperar un poco más para regresar? Yo te llamo...
—¡Oh! Ya veo. Quiero preguntarte algo. Te pido que seas sincero conmigo, por favor. ¿Por qué la gente está incómoda conmigo? ¿Qué es lo que sucede? ¿Hice algo malo? —Preguntó intrigada.
—¿No lo sabes? —La miró incrédulo, buscando algún indicio en el rostro de ella que le mostrara que mentía—. Fue lo que hiciste al matar al molusco. —Dijo serio.
—¿Cómo? ¿Cuál molusco?
—¿En serio no lo recuerdas?
El hombre explicó que mientras Camila se encontraba en el malecón donde siempre la veían sentada, un animal fantasmagórico la jaló y la llevo hacia adentro del mar.
El extraño ser oscuro poseía varios brazos como tentáculos elásticos que se estiraban largos o se encogían a disposición. Con cuerpo de serpiente y grande boca con dientes brillantes y afilados, sacudía a Camila en el aire cada vez que la sacaba del agua.
—Parecías una muñeca de trapo, pensé que te iba a matar. Nunca había visto un animal así, ¿era animal? No lo sé, fue espantoso. Son raros los animales agresivos de la Tercera Dimensión y te tocó uno a ti. ¿Segura que no recuerdas nada?
—Ahora que lo dices, tengo un vago recuerdo de intentar escapar de algo.
Intentó a golpes soltarse pero el aire le faltaba y las fuerzas se le esfumaban. Se sentía impotente y la debilidad en sus brazos, tras cada golpe, iba en aumento.
—El problema fue que de la palma de tu mano salió un vapor negro.
Este vapor negro cubrió tan rápido al animal marítimo que no tuvo tiempo de defenderse o escapar. A través del vapor podía verse la piel del monstruo secarse poco a poco.
Al instante, Camila levantó la otra mano y disparó un rayo de luz. Conforme el ser iba granulándose en polvo que caía al mar, salían de éste burbujas que volaban directas al cielo.
Aclaró que solo los Devoradores segregan el vapor oscuro con el solo objetivo de matar a cualquier ser. Conforme el polvo aparece, inminente indicio de muerte, de éste se desprenden burbujas flotantes. Éstas burbujas son los depósitos que llevan a las almas al siguiente nivel. Pero en el caso de los Devoradores, se quedan encapsuladas por el mismo vapor oscuro que las retiene, para ser absorbidas por la palma de la mano del Devorador.
—Es la forma en cómo se alimenta un Devorador, Camila. —Agregó temeroso—. Y tu emanaste ese vapor de tu mano.
—¿Cómo dices? —Camila sintió desvanecerse.
Frente a muchos espectadores y después de hacer desaparecer al gran animal fantasmagórico, Camila cayó al agua perdiéndose de vista en el mar.
—Bruno fue quien te rescató. Lo había visto parado cerca del lugar y no lo pensó dos veces y se lanzó a rescatarte de inmediato y llevarte a la enfermería.
—¿Bruno vio todo?
—Junto a muchos más.
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Guardianes de almas
FantasyDesde pequeña, Camila ha visto el mundo de singular manera, muy diferente a como lo ven los ojos de los demás. Después de conocer a Jerome y a Bruno, su vida dio un giró inesperado, pero pudo entender el origen de su rareza. Foto: Pexels.com