Capítulo 27

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Sentada en el malecón, Camila movía los pies que le colgaban de la barda. Su mirada se encontraba perdida mirando como unos peces fantasmales se amontonaban en la orilla justo debajo de ella.

—Camila, ¡anímate! —decía entusiasmado Du al colocar ambas patas en la barda junto a ella.

—¿Cómo te sientes? —preguntó en un ronroneo Misha del otro lado, quien movía la cola de manera juguetona.

—Fastidiada pero bien. Creo.

Camila sonrió un poco, tomó a Misha y la puso en su regazo para acariciarla. Después de un rato pensativa, por fin se animó a romper el silencio:

—Deben ayudarme a salir de la Isla lo más pronto posible, chicos. —Dijo determinante.

—¿Quéeee? —Ambos respondieron perplejos ante tal proposición.

—¡Estas loca! De ninguna manera te voy a ayudar a salir; eso sería como matarte. —Dijo Misha muy indignada alejándose de ella.

—¿Por qué quieres salir Camila? ¿Qué harás afuera de la Isla? Se te dijo expresamente "no salir". —Habló muy serio Du.

—Debo encontrar al Rey Devorador y terminar con esto de una buena vez.

—¿Quéeeee? —Du y Misha miraban estupefactos a Camila.

—No, no y no, —respondió enérgica Misha—. ¿Has perdido la cordura? Jerome y Bruno se han esforzado mucho por protegerte dentro de la Isla, como para que salgas con esta tontería. Comportate a la altura, Camila. —Le echó una mirada con desdén.

Camila suspiró con resignación.

—Si confronto al Rey Devorador fuera de la Isla, nadie saldrá herido. Entiendan, él no parara hasta tenerme. Estoy atada a ese ser con una maldición.

—Camila, estas metida en esto por culpa de un Guardián insatisfecho con su vida. Haz que valga la pena los esfuerzos que han hecho todos por ti. —Respondió Misha.

—Me he decidido. Y voy a salir en su búsqueda. antes de que encuentre la manera de entrar y poner en peligro a los demás.

—Olvida esa idea loca, Camila. No estoy de acuerdo y no lo permitiremos, que te quede claro, niña. —Gritó convencida Misha.

—Ni yo tampoco. —Agregó Du.

—Sé que se preocupan por mi y por eso no deseo ponerlos en peligro a ninguno de ustedes. Necesito protegerlos ahora yo. Soy la número 21 y ahora la única, —se dijo para sí.


Esa noche, Camila dirigió una ojeada por una rendijilla de la puerta de su cuarto. "No hay nadie cerca", pensó al volverla a cerrar. Observó a Misha y Du dormidos plácidamente, acurrucados entre las cobijas.

Caminó hasta el espacio entre la cama y la puerta del baño, donde había colocado una maleta que había preparado previamente. Giró sus brazos hasta que el portal de aire se abrió dejando ver del otro lado, una parte de la casa destruida que antes solía ser de ella.

Volvió a mirar a sus amigos que la habían acompañado durante los últimos años. Contempló el pelaje de Misha, siempre perfecto ya que ella se lo cuidaba con recelo; en cambio el de Du, era más bien alborotado y se veía que no lo atendía desde hacía tiempo.

Compartió una sonrisa de despedida a sus amigos y al cruzar el vórtice, escuchó el maullido ahogado de Misha dejado atrás: —Camila, no. ¡Jerome!


Camila caminó ladera abajo hacia el pueblo colonizado por los Devoradores. El camino oscuro estaba iluminado solo por la luz de la luna llena que enfatizaba las sombras de los arbustos y árboles de alrededor.

El ambiente desolado del pueblo. intimidó un poco a Camila,quien se escondía entre las sombras al ver gente pasar. Conforme se acercaba más al centro del lugar, sentía un ligero ardor en su ombligo, que la obligó en algunas ocasiones, a encorvarse un poco y detenerse, para luego recuperar el aire y proseguir su camino.

En un acto desesperado y combinado con un poco de cansancio, acorraló a un joven de cabellos rubios y lacios, en un callejón oscuro. Después de golpearlo fuertemente en la cabeza, le ató los brazos con una bolsa de plástico que sacó de un contenedor de basura.

—¿Dónde se encuentra el Rey Devorador? ¡Dime! —Se acercó intimidante al rostro del muchacho.

El silencio era la única respuesta que obtenía de el, y al verse más desesperada aún, lo golpeó con tal fuerza en el rostro hasta romperle la nariz.

—No lo sé. ¿Para qué lo buscas? —Sonrió al momento de pasar su lengua y tomar algo de la sangre que le escurría.

—Bien, si así lo quieres, —dijo sin más y sacó una de sus espadas, y en un instante, el filo de ella picoteaba en su garganta. —Responde, el tiempo avanza y estoy perdiendo la paciencia rápidamente.

—Guardián.

—Así es.

Camila sonrió y empujó un poco la espada. Un hilo de sangre negra comenzó a brotar de la garganta del Devorador.

—¡Está en su guarida!

—¿Y eso es...?

—El Dáimon.

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