Lo primero que vio al abrir los ojos fueron las maderas húmedas de la banca del kiosco. Había comenzado a llover y la humedad se colaba entre los huecos de la pequeña construcción. Camila se había quedado dormida en ese rincón oculto y apartado de todo y de todos.
Como pudo se levanto, no sin sentir ese adormilamiento del lado derecho de su cuerpo que había estado en contacto directo con el suelo frío. Desconcertada, no sabía el tiempo que había dormido al ver que la oscuridad había ocultado las horas.
—Camila, abre, —se escuchó una voz tras unos estrepitosos golpes a la puerta.
Camila abrió los ojos y se incorporó en la cama. Se puso las botas afelpadas y camino tambaleante hacia la puerta del cuarto.
Del otro lado se encontraba Jerome junto a Misha y Du, quienes ni podían disimular la amplia sonrisa en sus rostros.
—Quiero ver tu estómago, —dijo entusiasmado Jerome, al momento de tomarle parte de la blusa.
—¿Qué? Perv...
—Vamos rápido. —Le levantó un poco la blusa de la pijama.
—Jared dijo que tu eras la siguiente, ¿verdad? —preguntó al caminar por alrededor del cuarto con un rostro rígido.
—Sí. —Lo miraba incrédula.
—¿Te comentó algo más, como... cuándo, cómo o en dónde sería eso? —Se detuvo para mirarla de cerca.
—No, nada de eso. Solo que soy la siguiente. ¿Por qué?
—Sigues siendo la 21, la siguiente. —Se repitió—. Y tu número no se ha borrado y no se ve que vaya a suceder eso.
—¿Qué quieres decir?
—A los demás se les ha borrado los números con los que fueron marcados, Camila, pero el tuyo sigue intacto y más brillante cada vez —Observó Jerome.
—Teníamos la esperanza de que se te hubiese borrado el tuyo como a los demás, Camila —Agregó Misha consternada.
—¿Todos...? Camila se sentía perdida.
—¿Qué vamos a hacer ahora? —Preguntó Du.
—Esperar. No hay más que esperar, ¿entiendes Camila? —Respondió Jerome mirándola fijamente a lo que ella solo asintió resignada.
Salieron al patio central donde había sentados a la mesa varios de los habitantes del lugar quienes festejaban la liberación de su destino entre gritos y risas.
—Había escuchado el escándalo desde temprano pero no pensé que fuera acerca de esto, —le susurró a Du.
—Muchos están felices de ser libres desde ayer que se confirmaron las noticias. Por cierto eso me recuerda, ¿dónde estuviste todo el día de ayer, Camila? —Preguntó Jerome curioso.
—Caminaba...
—Aquí están. —Resonó una voz fuerte cerca de ellos.
Bruno se había acercado junto a dos personas que vestían batas de laboratorio. Asintió con la cabeza y esas personas se acercaron más a Camila. Una intentó levantarle la playera a lo que Camila se resistió aventando la mano invasora, dando unos pasos hacia atrás.
Al ver esto, Jerome se adelantó hacia Bruno interponiéndose entre ellos y Camila.
—Aún tiene la marca. La verifiqué y brilla con fuerza. No se ha debilitado en lo más mínimo, Bruno. —Aseguró con firmeza.
—Ya veo. —Bruno suspiró mientras miraba fijamente a Jerome.
Buscó con la mirada a Camila y se acercó a ella sacándole la vuelta a Jerome, la tomó de la muñeca y la arrastró con el hacia fuera del recinto.
—Sígueme. Debemos hablar.
Llegaron al malecón. Bruno jaló el brazo de Camila y la sentó sobre la bardita de piedra. El se colocó frente a ella y recargó sus manos a cada lado de sus piernas, encima de la barda.
—No debes salir de la Isla, Camila. Por ningún motivo. —Un aire imperativo se coló en los ojos de Bruno para luego desaparecer.
—¿Por qué estas tan molesto conmigo, Bruno? ¿Qué te hice? Te siento tan distante y muy enojado. —Preguntó sin apartar la mirada—. No entiendo. Desde que tuviste ese encuentro con Jared has estado comportándote... muy raro... conmigo.
Bruno se enderezó y apartó la vista de ella para postrarla en el piso. Dio varias vueltas en círculos, como en busca de aclarar su mente, hasta que se detuvo para sentarse a un lado de ella.
—Lo sé y en verdad lo lamento. —Dijo finalmente—. Nunca pensé que Jared pudiera traicionar a sus amigos. Nunca vi la posibilidad de que el pudiera estar involucrado con la muerte de Carlota. Nos conocíamos desde niños ¿sabes? Ha sido un golpe muy duro para mi. Fueron demasiadas cosas al mismo tiempo y no he sabido manejarlo, —hizo una pausa, se paró de nuevo acercándose a ella, quedando frente a frente—. Lo siento. Lamento mi comportamiento contigo, fue muy estúpido de mi parte.
—El mató a mis padres, ¿sabías eso?
—Sí.
—Espero comprendas que te entiendo.
Bruno recargó la frente sobre el pecho de Camila y deslizó los brazos por su cintura. Después de darle un tierno beso en la frente, Camila lo abrazó fuerte mientras le acariciaba el cabello.
—No quiero que te pase nada, Camila. No quiero perderte.
—No vas a perderme.
—Gracias por perdonar mi conducta. —Bruno levantó la cabeza buscando la mirada de Camila—. Cuando termine, prometo que nada de esto sucederá.
Ella le sonrió mientras le acariciaba la mejilla tiernamente.
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Guardianes de almas
FantasyDesde pequeña, Camila ha visto el mundo de singular manera, muy diferente a como lo ven los ojos de los demás. Después de conocer a Jerome y a Bruno, su vida dio un giró inesperado, pero pudo entender el origen de su rareza. Foto: Pexels.com