Capítulo 6.

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LA HABITACIÓN QUE HICIMOS NUESTRA




Una luz incesante me incomoda. Me inquieta un peso sobre mi pecho y estómago, y también una tensión que pasa de mi cuello, oreja y por encima de mi cabeza.

No tengo ganas de abrir los ojos, una sensación de pesadez y cansancio están sobre ellos. Presiento que quedaré ciega si dejo mi vista en aquella luz que perfora mis parpados cerrados.

Pero no me queda de otra que dejar que la luz poco a poco entre en mi mirada; con lentitud, no quiero que mis ojos se quemen. Y es difícil llegar a la meta de abrir por completo los parpados, tengo que cerrarlos varias veces cuando un rayito de luz se filtra a mi vista, ocasionando una punzada de dolor en mi cabeza.

A medida que mis sentidos van despertando, me percato que ese peso en mi pecho es un brazo rodeando con firmeza mi cabeza, apoyándola sobre un pecho; y una pierna gruesa y dura está enredada con las mías, pasando por encima de mi rodilla izquierda y bajando por mi pantorrilla derecha.

Estoy desnuda y la persona que me mantiene contra su cuerpo, sin darme la oportunidad de moverme, también.

Ahora no me importa que mis ojos se achicharren porque necesito saber quién coño está a mi lado. No me desespero del todo porque sé que los recuerdos llegarían a mi mente, pero es inevitable no sentirme alterada cuando en esos minutos no tengo ni idea de con quién comparto cama.

Mi mirada queda pegada en el techo y entorno un poco los ojos, como si eso desaparecería el dolor perforándome la cabeza.

Bajo la vista para observar un par de tatuajes repartidos sin orden alguno en la piel; el brazo tiene los músculos trabajados y descansan con pereza sobre mi pecho; la mano de ese brazo está apoyada en la cima de mi cabeza y parte de esa extremidad llena de dibujos da casi la vuelta a mi cráneo, rodeándolo por completo, pasando por mi cuello y oreja derecha; el lateral izquierdo de mi rostro está pegado a un pecho y el otro brazo hace de almohada debajo de mi cabeza.

Reconozco enseguida la estructura de ese cuerpo, el calor que desprende y los tatuajes en el pecho que sólo puedo ver por el rabillo del ojo porque no puedo moverme.

Ivanov.

Meneo la cabeza un poco para subir la mirada. Mis ojos quedan admirándolo: su boca entreabierta con labios rosados, inhalando y exhalando muy despacio; sus parpados con venitas azules están relajados, ocultando su mirada oscura; el cabello lo tiene alborotado y le caen algunos mechones sobre su frente.

Se mueve un poco, acercando mi cabeza a su pecho.

Me voy a remover de nuevo porque me siento asfixiada, sin embargo los recuerdos de hace unas horas comienzan a llegar: me drogué, emborraché y tuve sexo con Ivanov.

¿Qué clase de mujer soy? ¿Una mujer decente hace esas cosas?

Cuando subimos a la habitación le grité, diciéndole que podía irse para la mierda. En esos momentos lo último que quise fue verlo; necesité descanso, al contrario de él, que necesitó hablar conmigo.

Después que Olexei respondió las preguntas que le hice, no hablé más con él ni con Ivanov; sólo con Zoa y con los dos amigos de Olexei. Reí y bailé cuando me dio la gana con esos dos chicos que aún recuerdo sus nombres: Maksimilliam y Sascha.

Cuando quise subir, Ivanov me siguió. No le hice caso en todo el camino hasta que llegamos a la habitación. Discutimos por primera vez como si fuéramos pareja, vociferé que era un mentiroso, que quería que me dejara en paz y que él sabía que las personas como Olexei no me agradaban. Y él me gritó que no era su culpa que Olexei tuviera una actitud de porquería y que olvidara lo que había sucedido ese día en la fiesta.

The Perfect Combination. (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora