Capítulo 9.

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—BENDICIÓN.

—DIOS TE BENDIGA.





IVANOV.


Tomo una rebanada de pan sin orillas del paquete encima de la isla de la cocina, lo unto con chocolate líquido y lo llevo a la boca, comiéndolo con lentitud mientras mi mirada está enfocada en un cuadro de cerámica en el piso.

— ¿Papá llamó?

Volteo la mirada a Sascha y niego con la cabeza.

—Él necesita que todo salga bien, por eso no le importa el tiempo que transcurra —murmura Yakov.

Fijo los ojos de nuevo en el piso en tanto termino la rebanada de pan.

— Pensé que se harían cargo de eso —hago un ademán con el mentón para señalar el cuadro de cerámica.

Sascha pasa la mano por su cabello.

—No veo necesidad de hacerlo.

Mis ojos quedan firmes en su mirada, luego mi vista se entorna y ladeo rápido la cabeza, para a continuación chasquear la lengua.

— ¿Por qué? —Pregunto.

—Fue información, ¿Por qué haríamos eso cuando debemos agradecer?

Suelto una risa sarcástica que desaparece al segundo.

— ¿Por qué tomarse la molestia cuando Papá no nos ha hecho ni una sola llamada? —Digo

La respuesta por parte de ellos es el silencio.

—Exacto — Susurro.

Me muevo para tomar un hacha de cocina en el taco de cuchillos, camino hasta una de las gavetas empotradas y saco un bisturí.

Salgo de la cocina y voy hasta la cerámica cerca de la pared que escondía las escaleras que daban al piso posterior. Me agacho, coloco mi palma derecha sobre el censor camuflado en la cerámica y al instante esta se levanta. La muevo para que mis ojos queden en las escaleras que permitían la salida y entrada de ese lugar. Tiro el hacha y el bisturí; estos hacen un sonido metálico al chocar en el piso, y comienzo a bajar los peldaños.

Detengo mis pasos cuando desciendo el último escalón. No muevo la mano para encender alguna luz, ya que, ese lugar siempre estaba iluminado.

Mi vista queda por unos segundos en lo que está enfrente. Ladeo la cabeza, entorno los ojos y una sonrisa a labios pegados se forma en mi boca.

— ¿Sabes que no me comí ese cuento de que viniste para traernos información? —Pregunto mientras camino a recoger el bisturí.

Dejé caer las cuchillas para que tuviera claro que tendría compañía en los próximos minutos.

Nada se escucha, ni un pequeño quejido. Me muevo lento, acercándome.

La silla tirada en el medio del lugar se remueve a causa de ese cuerpo apoyado sobre ella. Lo miro desde mi estatura y chasqueo la lengua.

—Pronto encontraremos a tu amigo; pero, si me dices dónde está, para ahorrarnos ese trabajo, podría dejarte vivo —Ofrezco.

Me coloco en cuclillas para quitarle el pañuelo amarrado con fuerza entre sus labios y hago seña con la mano para que hable.

The Perfect Combination. (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora