Llegamos a la mansión y unos perros inmensos salen a recibirnos. Me acerco a ellos pero ellos se ponen alerta. Cuando me pongo al mismo nivel sus colas comienzan a moverse y mi sonrisa es notoria.
—Hola.
Les doy amor y ellos jadean emocionados. Stephanie camina directo a la mansión.
Tomo asiento en la entrada del sitio por un buen rato acariciando a los perros. Cuando ellos están más calmados, procedo a acostarme en el pasto y mirar el cielo despejado.
Las estrellas podrían ser más visibles si no hubiera tanta luz a mi alrededor.
Suelto un suspiro. Muchas cosas pasan por mi cabeza. Cosas que no tienen importancia en estos momento porque ya quedó en el pasado.
Varios meses en el pasado, para ser exacta.
—¿Qué haces aquí?
Un rostro pálido tapa mi visión hacia el cielo. Lo observo y él levanta una ceja esperando mi respuesta.
No se la doy. Simplemente lo observo.
—Ha pasado mucho tiempo, ¿por qué sigues a la defensiva? —Pregunta.
Bajo la vista hacia el perro gigante que tiene su cabeza apoyada en mi estómago.
Ni siquiera ha pasado tanto tiempo, sólo unos cuántos meses.
—Anabell.
La voz de tipo dominante ha sido protagonista en mi vida. Me he rodeado de tantos hombres que no comprendo cómo no me he convertido en uno. Aunque, siempre ha habido compañía femenina a mi lado. Y agradezco muchísimo eso, porque sino desde hace rato me habría vuelto loca.
—Entremos.
Subo la vista de nuevo. Sus ojos son tan oscuros como su cabello, lo que hace darle un aspecto aún más blanco a su tono de piel. Sus facciones son suaves, pero el aura que transmite es todo lo contrario a eso.
¿Cuándo será el momento en que logre salir para siempre de ese tipo de ambiente?
No he conocido ni al primer tipo que no tenga la necesidad de ser dominante a unos extremos desbordantes.
—Entremos, Anabell.
No me gusta que me ordenen cosas. No me gusta que me rebajen ni pisoteen.
Miro cómo él hace a un lado al perro para que todo su cuerpo quede encima de mí sin aplastarme.
—Deja de resentirme.
Mi expresión no muestra absolutamente nada, como la mayoría del tiempo.
—Han pasado más de dos meses, acostumbrate a que este es tu nuevo hogar. Tú eres mi mujer.
Frunzo el ceño ante eso último. Él me agarra de la barbilla y mantiene su vista conectada a la mía.
—Dirás lo que te diga y ordene, así no te guste.
Aprieto los dientes. Quiero darle un golpe, pero ya tengo experiencia de primera mano en lo que sucederá si hago eso.
—Acostumbrate, ya es hora de que lo hagas.
Baja su rostro y respira en mi cuello. Inhala y exhala con suavidad, haciéndome cosquillas.
—Háblame. Dime algo —Pide como suplicando.
Su mano se envuelve amenazante en mi cuello. Pero ni una palabra sale de mi boca, allí es cuando ejerce una presión que me corta el aire sin titubear.
Por impulso mis manos se mueven a su muñeca intentando alejar ese agarre. Su rostro se deja ver de nuevo a centímetros del mío.
Huele a tabaco.
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The Perfect Combination. (EDITANDO)
ActionEn alguna parte de Rusia habitan un grupo de chicos un tanto peculiares: adictos a las fiestas, drogas y sexo; viven cada día al máximo a la vez que muestran una vida universitaria bastante normal. Para Anabelle, su urbanización de residencia no es...