II

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– ¿QUÉ? –

Todas las cosas que sujetaba en sus manos cayeron al suelo y a tropezones se puso de pie sintiéndose repentinamente acalorado, buscando con la mirada al responsable de acelerar su corazón de forma frenética.

Ahí estaba, tan elegante como siempre vistiendo un traje color gris ajustado, su cabello corto color plata ligeramente peinado hacia atrás dejaba al descubierto sus preciosos ojos azul cielo que hacían juego con la corbata del mismo color anudada a su cuello. Viktor Nikiforov, un famoso artista dedicado a la pintura y el soltero más codiciado de todo St. Petersburgo, y con justa razón, aquel hombre era el ser más perfecto y hermoso que podía existir, y Yuri tenía la maravillosa suerte de que siempre se pasaba por la florería a saludar a su querido amigo, el viejo Nikolai.

No podía evitar cohibirse ante la presencia de esa reluciente persona, fue así desde el primer día que lo conoció cuando comenzó su trabajo en la florería. Lo recordaba claramente, apenas atravesó el umbral de la puerta no pudo quitarle los ojos de encima, completamente embobado por el encanto de esa sonrisa, preso de sus ojos azules que lo miraron con sorpresa una vez se encontraron con los propios. Los latidos de su corazón se hicieron cada vez más audibles y acelerados con cada paso que el hermoso hombre de cabello plateado daba hasta el mesón donde se encontraba. El trémulo corazón del rubio terminó por sucumbir cuando escuchó su aterciopelada voz, saludándolo y preguntando su nombre. Tristemente, apenas logró pronunciar palabras coherentes, entregándole su nombre atropelladamente. Aún tenía grabado en su memoria esa cantarina risa luego de su patética presentación. Desde aquel día no podía evitar sentir algo revoloteando en su estómago cada vez que lo veía entrar a la tienda, estaba seguro que en cualquier momento vomitaría mariposas.

– Buenos días, Yuri – Saludó Viktor inclinándose sobre el mesón, regalándole una amplia sonrisa. –

– Viktor – Sus mejillas comenzaron a arder al instante que sus esmeraldas hicieron contacto con los zafiros – Buenos días. –

Sintió como esos penetrantes orbes azules escaneaban su rostro, desviando la mirada cuando no pudo soportar más el calor en sus mejillas.

– Y dime Yuri, ¿ya lo pensaste? – Preguntó el peliplateado inclinándose aún más sobre el mesón hasta quedar peligrosamente cerca del muchacho que por los nervios retrocedió un poco. –

– ¿Ah? – Parpadeó con sorpresa por la repentina pregunta, provocando la risa del mayor. Yuri frunció el ceño al sentir que se estaba burlando de él. –

– Si pensaste en ser mi modelo – Apoyó ambos codos sobre el mesón y dejó reposar su rostro sobre las palmas de las manos sin quitarle los ojos de encima al menor, percatándose de cómo ese lindo rostro se teñía de un encantador color carmesí. –

– Oh... Creo haberte dicho ya varias veces que no sería tu modelo – Respondió observando la relajada expresión en el rostro contrario que cambió a una llena de tristeza luego de oír sus palabras. –

– Oh Vamos ~ Yuri ~– Reclamó infantil estirando una de sus manos hasta alcanzar la ajena – Te necesito como mi modelo – Susurró. –

– ¿Por qué yo? – Cuestionó riendo nervioso, mirando esa gran mano sobre la suya. Estaba ardiendo, su tacto le quemaba la piel y de a poco ese incendio fue propagándose por todo su cuerpo. –

– Porque no hay nadie más perfecto que tú para serlo. –

Esas últimas palabras causaron un torbellino de emociones en el estómago del más joven. Con una coqueta sonrisa y un guiño el peliplata se alejó del mesón sin antes dejar una suave e íntima caricia con sus largos dedos sobre la temblorosa mano de Yuri, quien no supo cómo reaccionar ante ese gesto.

Steady LoveWhere stories live. Discover now