Ya había comenzado a oscurecer y la tienda estaba por apagar sus luces y cerrar las puertas, pero una repentina llamada pospuso todo plan de cierre. Yuri, quien terminaba de barrer, observó a su abuelo junto al mesón con el teléfono en el hombro reteniéndolo con el costado de la cabeza mientras anotaba algo en su pequeña libreta.
– Claro, no hay problema, es un gusto. Adiós – Colgó y revisó lo que había escrito en el papel. –
– ¿Quién era? – Preguntó su nieto acercándose con la escoba en la mano, inclinando el cuerpo ligeramente por el costado de su abuelo. –
– Un pedido – Respondió el anciano con voz cansada. –
– ¿Un pedido?, ¿a esta hora? – Reclamó el menor frunciendo el ceño mientras sus ojos viajaban hasta el reloj colgado en la pared, marcaban las 21:00 horas. – No abuelo, ya estamos fuera del horario de trabajo. –
– Es sólo un pequeño pedido, un ramo de flores – El hombre se dirigió hasta el sector de la tienda donde las flores se encontraban separadas por clase en recipientes de aluminio con agua. La idea de ese sector es que los clientes libremente elijan de los distintos contenedores las flores que desean para que formen parte de su ramo, siendo ellos mismos o Nikolai quien arme el arreglo.
Yuri suspiró por su obstinado viejo porque sabía que no iba a convencerlo de cancelar el pedido, así que lo siguió ayudándole a elegir las flores señaladas por el cliente, las cuales había anotado en la libreta.
– Ramo de rosas rojas, que común – Comentó el menor observando a su abuelo terminar el pedido, agregándola un lindo y gran moño al final. –
– Listo. Yuratchka, encárgate de cerrar bien la tienda – Habló el anciano cargando el ramo entre sus brazos. –
– Espera, ni siquiera lo pienses, yo iré a dejar el encargo – El rubio le quitó con cuidado el ramo de los brazos – Tú estás cansado y no voy a permitir que trabajes horas extra. –
– ¿Crees que te dejaré ir solo a esta hora?. –
– Sí, dame la dirección. –
– Yuratchka... –
– Abuelo...–
Ambos se miraron fijamente, desafiándose en silencio para ver quien perdía la batalla, y para la suerte del rubio su abuelo se rindió y le entregó el papel con la dirección, porque sabía que su nieto era igual de obstinado que él.
– No queda muy lejos, pero aún así ten cuidado – La gran y arrugada mano del anciano acarició la rubia cabellera del chico – Para cuando regreses te tendré preparados unos deliciosos piroshkis. –
Los ojos de Yuri brillaron al oír el nombre de esos bollos rellenos que tanto amaba, sintiéndose repentinamente hambriento. Se quitó el mandil arrojándolo al aire, siendo su abuelo el encargado de atraparlo. De su mochila sacó una gran bufanda y la envolvió al rededor de su cuello. Se apresuró hasta la puerta, cargando su mochila en la espalda y el ramo de rosas entre sus brazos.
Se despidió de su abuelo y partió, asegurándose de andar por debajo de los grandes faroles que iluminaban su camino. Se estremeció un poco por el brusco cambio de temperatura, el frío esa noche comenzaba a ser insoportable, y la prueba de aquello era su aliento que escapaba gélido de sus labios siendo visible frente a sus ojos.
Las calles estaban silenciosas y sin mucho tránsito de autos y personas, sólo el sonido de sus pasos hacían eco en la oscuridad de la noche. La travesía era de lo más tranquila hasta que otros pasos se le unieron casi sincronizándose con los del menor. Se percató del nuevo sonido a sus espaldas pero no le dio mucha importancia pensando que se trataba de alguna persona transitando por la misma calle, que pronto cambiaría de dirección y se alejaría. Comenzó a ponerse nervioso al sentir como eso no ocurría, los pasos comenzaban a acelerar sintiéndolos cada vez más cerca hasta que el fuerte sonido opacó los suyos. Sintió una penetrante mirada sobre su nuca y un escalofrío le recorrió la espina dorsal. Tragó saliva nervioso, sintiendo el impulso de girarse y encarar a quien sea que lo perseguía, pero algo en su interior, un grito de alarma instintivo, le obligó a continuar su camino y que no se atreviera a voltear. Yuri comenzó a correr, cruzando la calle hasta el edificio en donde debía dejar las flores. Se apoyó contra un gran pilar intentando recuperar el aire perdido tras la carrera, el ramo que cargaba en los brazos estaba siendo asfixiado contra su pecho pero nada malo le había ocurrido a las rosas, por suerte. Tenía miedo de girarse, aunque ya no sentía la extraña presencia prefirió subir las escaleras del viejo edificio y buscar la puerta del cliente.
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Steady Love
FanfictionCon la trágica pérdida de sus padres y una terrible pena que lo consumió en silencio, Yuri Plisetsky se encerró hasta perder contacto con el exterior. Su abuelo y único familiar con vida, dueño de una florería, lo rescató y jaló nuevamente hacia l...