XXV

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Caminaba de regreso junto a Otabek a la florería luego de un cansador día en la escuela, bueno lo fue para el joven Plisetsky en particular que se la pasó en la oficina del director recibiendo un sermón por su falta de atención en clases y malas clasificaciones; para que mencionar también el regaño por el mal comportamiento con sus compañeros en presencia del profesor. Frente a los ojos de los adultos no era más que un mocoso en plena etapa de rebeldía, y lo asociaban la ausencia de sus padres. Aún se lamentaban con él por la pérdida de sus progenitores y eso era lo que más le fastidiaba al menor, que sintieran lástima por él. Por supuesto que aún le dolía la partida de sus padres, pero había demostrado con el paso del tiempo que podía superarlo junto a la compañía de su abuelo que sin duda había sido su pilar fundamental para salir de la terrible depresión que se apoderó de él y se partía el lomo por sacarlo adelante, pero al parecer eso no era suficiente para las autoridades de la escuela.

Si Yuri no mejoraba su actitud, no prestaba atención en clases y mejoraba sus calificaciones no tendrían más remedio que hablar seriamente con su abuelo y tomar medidas drásticas, como colocarle un tutor que le ayudara con sus estudios después de clases. Ya poco le importaba que lo suspendieran ni que le asignaran a un idiota para darle clases, pero si le preocupaba que llamaran a su abuelo, no por el hecho de ser regañado por él, sino porque ya no quería causarle más problemas a su querido viejo.

No le quedó más que aceptar todas las condiciones, sonreír con hipocresía y retirarse mientras soltaba injurias contra el mundo camino a su salón de clases.

- No puedo creer que me asignaran precisamente a ti como mi tutor - Sonrió sintiéndose de lo más afortunado al tener a su amigo como profesor particular - Esperaba a cualquier otro idiota pero no a ti. -

- No sé si sentirme bien o mal con esas palabras... - Dijo mirándolo con cierta confusión - Bueno, mis calificaciones son excelentes y ya he sido tutor de otros chicos. Tienen confianza en que lograré sacarte adelante. -

- Pero sigues quedándote dormido y llegando tarde... ¿Cómo es que te aguantan eso?. -

- No es como si llegara tarde todos los días, a demás con mi buen comportamiento he logrado ganarme a los profesores y me han perdonado varias veces - Sonrió con cierta picardía, sin duda una expresión que muy pocas veces se puede apreciar en el rostro contrario - Tú deberías hacer lo mismo, mejorar tu conducta con tus compañeros y profesores te ahorraría todos estos problemas. -

- Convivir todos los días con esos idiotas no es tan fácil, he intentado contenerme pero me sacan de quicio... Aunque ahora son sólo unos pocos los que fastidian, los demás simplemente pasan de mi - Comentó encogiéndose de hombros como si realmente no le afectara el asunto. -

- Pero sabes que la violencia no siempre es la solución... -

- ¡No tienes idea lo crueles que son esos imbéciles!... Pero fácil es callarlos con un buen golpe en el rostro - Una sonrisa maliciosa se apoderó de sus labios, provocando que su amigo suspirara sin remedio. -

Al llegar a la florería fueron recibidos por Mila que abrazó efusivamente a su pequeño compañero, pero cuando llegó el turno de saludar al Kazajo su actitud cambió a una más tímida. Sonriendo alzó la mano para saludarlo, recibiendo como respuesta una cálida sonrisa por parte del moreno que logró descolocar a la joven rusa hasta que sus mejillas se tiñeron de un fuerte color carmín. Yuri miró a ambos y se sintió incómodo estando entre medio, por lo que decidió retirarse hacia el segundo piso y dejar sus cosas en la sala, recostándose en el sofá. Sacó el celular de su bolsillo y buscó el número de Viktor entre sus contactos, quedándose un buen rato mirando la pantalla tentado a marcarle, pero no sabía cómo iba a reaccionar al oír su voz, si la ansiedad le ganaba y terminaba corriendo a su departamento mandando todo a la mierda, o peor, terminaba llorando; lo que menos quería era seguir angustiando a Viktor con su llanto, ya estaba cansado de llorar. Quería escuchar su voz, quería escuchar como lo llamaba por su nombre con esa voz aterciopelada como si realmente estuviera a su lado, sentir sus labios cerca de su oído, su tibio aliento contra su piel mientras profesaba palabras de amor como muchas otras veces luego de ardientes besos y caricias.

Steady LoveWhere stories live. Discover now