XIV

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El dolor de sus caderas le hizo abrir los ojos de a poco, quería seguir durmiendo pero simplemente le fue imposible una vez cambió de posición sobre la cama y el dolor se agudizó. Se quedó boca abajo con el rostro sumergido en la almohada, llevando una mano hacia su espalda baja, masajeando aquella zona con los nudillos.

¿Había sido un sueño?... No, todo fue real, y el dolor se lo confirmaba. Sus mejillas se tiñeron de rojo cuando un flashback de la noche anterior se reprodujo en su cabeza con tanta claridad que le hizo sentir un cosquilleo en el estómago, se sentía como una tonta colegiala enamorada a punto de vomitar mariposas. Levantó la cabeza de la almohada y buscó a su lado al responsable de sus delirios, pero no lo encontró. Sus ojos se abrieron con sorpresa y se giró para verificar el otro extremo de la cama, pero tampoco lo halló. Se sentó, quejándose por el dolor en su trasero pero no fue suficiente para detener su búsqueda. La habitación seguía en penumbras, la puerta estaba entrecerrada pero tampoco entraba demasiada luz del pasillo; las cortinas estaban cerradas, por lo que no sabía si era de día o seguían de noche... ¿Qué hora era?, ¿cuánto tiempo había pasado?, ¿cuánto había dormido?.

Había olvidado por completo la herida en su mano, y fue sólo hasta ese momento cuando se percató de que ya no traía la venda y en su lugar había un parche que cubría la zona afectada. Tenía mucha mejor movilidad ahora, el dolor había disminuido hasta ya casi no sentir nada.

– Viktor... – Sonrió apenado, sus mejillas se encendieron y sintió como la felicidad hacía latir su corazón de forma acelerada. –

La puerta se abrió por fin dejando ver la figura del artista portando únicamente una toalla alrededor de su cintura y otra cayendo por encima de sus hombros. Sus ojos se posaron de inmediato en el escultural cuerpo del adulto que era ligeramente iluminado por la luz del pasillo, su cabello plateado goteaba y caía sobre su rostro, dejando ver entre las finas hebras el brillo azul de sus ojos fijos en el menor sobre la cama. Yuri tragó saliva nervioso por tan seductora imagen, su torso desnudo cubierto con pequeñas gotitas que traviesas descendían hasta su abdomen, esa toalla que parecía firme amarrada a su cintura pero que dejaba asomar peligrosamente los marcados oblicuos que moría por acariciar.

– Perdón, no quise despertarte – Se disculpó fregando la toalla que tenía sobre sus hombros contra su cabello. Yuri negó con la cabeza de forma acelerada, el platinado sonrió con dulzura al notar el brillo en sus mejillas que resaltaban en la oscura habitación – ¿Cómo te sientes?, ¿dormiste bien?. –

– Sí... dormí bien – No le quería decir que le dolía el cuerpo, no quería preocuparlo ni mucho menos hacerle sentir culpable por sus dolores – Gracias por eso – Alzó la mano con el parche – Ni siquiera me inmuté cuando lo cambiaste. –

– Ah, estabas profundamente dormido cuando cambié la venda y limpié un poco la herida – Sonrió – Pensé que un parche sería mucho más cómodo, a demás es impermeable, no hay problema si lo mojas – Agregó pasando una mano por su cabello – Tienes muy buena cicatrización, sin duda sanará completamente en muy poco tiempo.–

El menor agachó la cabeza sonriendo con cierta ironía por las palabras del contrario. Claro que sabía que tenía buena cicatrización, la evidencia eran los cortes en sus brazos que tampoco habían tardado en curar, consiguiendo ese color rosáceo. Prefirió alejar esos pensamientos, nada podía opacar la felicidad que sentía en esos momentos. Volvió a mirar al albino sonriendo como antes.

– Ah, cierto... ¿Qué hora es?. –

– Las 11:00 – Dijo con tranquilidad sentándose al borde de la cama. –

– ¿QUÉ? – Exclamó con enorme sorpresa y preocupación, se quitó las sábana de encima, exponiendo su desnudez, e intentó ponerse de pie, pero le fue imposible siquiera moverse por el dolor en su espalda baja, cayendo rendido hacia delante hasta quedar hecho un ovillo. –

Steady LoveWhere stories live. Discover now