Pesadilla

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Su respiración estaba agitada, las piernas le temblaban y ya no se sentía capaz de seguir corriendo, pero no podía alcanzarla. Se detuvo, un precipicio cortaba el camino; no tenía escapatoria, pero no debía alcanzarla. Lo encaró, decidido que lo enfrentaría y pondría fin a esa persecución.

-¡No te temo! Tú no puedes controlarme... Yo... ¡Yo soy más fuerte!

La enorme bestia se limitó a observarla, su amorfo rostro se veía indiferente pero Integra fue capaz de percibir la tristeza que esos ojos color sangre transmitían... La bestia sufría y ella quiso aligerar su carga... Ya no eran un monstruo y una niña, eran dos seres que comprendían el dolor del otro. Acortaron la distancia entre ellos y una creciente oscuridad los envolvió, sintió el enorme peso que ese pobre ser soportaba, era una cruz enorme la que estaba condenado a llevar. Gritó, la sensación de ser atravesada a lo largo de su cuerpo era insoportable, pidió y suplicó que esa agonía cesara, pero tendría que compartir la cruz que ese monstruo llevaba a cuestas...

Abrió los ojos, estaba en su alcoba. Tenía la frente llena de sudor y respiraba agitadamente, como en ese su sueño... No, esa era la peor pesadilla que había tenido en su vida y que solía repetirse cada cierto tiempo, sobre todo cuando se acercaba el aniversario del día que tomó el mando de la organización Hellsing... El día que conoció a Alucard.

-¿Todo bien, ama?

Como si lo hubiera invocado el vampiro se materializó a lado de su cama, pudo ver de reojo que no llevaba gafas, el rojo de sus ojos resaltaba en la oscuridad.

-Si, Alucard. Retirate.
-Como órdenes, Integra. Solo quería que recordaras que estoy aquí.

A pesar de no llevar lentes pudo ver la sonrisa que esbozó su sirviente antes de desaparecer... Era una sonrisa forzada, sin la habitual ironía o el sarcasmo que lo caracterizaba.

-Lo sé, Alucard... Lo sé...

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