Del odio al amor

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La primera vez que Seras vio a Pip lo odió; ese hombre arrogante no hizo más que burlarse de ella, después le rompió el tabique de la nariz y su maestro llegó a demostrar que si eran vampiros, pero eso no bastó para que el mercenario estuviera en su gracia. Pip la odió porque lo humilló frente a sus hombres; a sus ojos no era más que una niña estúpida que fue convertida en vampiro por algún capricho degenerado del "gran rojo"; al saber que iba a unirse a los hombres bajo su mando no pudo evitar alegrarse, le haría la existencia imposible.

Seras detestaba a Pip, su acoso constante la enloquecía y el que cuestionara todas sus acciones en las prácticas bastó para que deseara golpearlo hasta el cansancio, cosa imposible por ser su superior y hacerlo implicaría problemas con Sir Integra. Pip obtenía un morboso placer de sus pucheros infantiles, el curioso sonrojo de sus mejillas cada vez que lo miraba con intenciones asesinas y la latente incomodidad que demostraba en su presencia, su venganza por aquella humillación era más gloriosa de lo que esperaba. Sin darse cuenta hizo de esa rutina un hábito, buscándola siempre con la mirada y acercándose con la intención de fastidiarla, se sentía bien cerca de ella.

Estando en Brasil, Seras necesitó más que nunca un amigo y confidente, estaba tan abrumada por las acciones y palabras de su maestro... ¿matar gente inocente? Ni siquiera era capaz de beber sangre de una bolsa. Jamás imaginó que el señor Bernadotte, el ser que más creía detestar, sería ese hombro en el que podría apoyarse y el confidente que la alentaría a seguir adelante, sacándola de su confusión, agradeció tenerlo cerca en ese viaje. Por primera vez Pip no prestó atención a sus pechos ni a las largas piernas de la chica, la tristeza de sus palabras lo confundieron, ¿Qué esperaba de él? Al ser un mercenario, jamás tuvo que consolar a alguien que no fuera alguno de sus muchachos y generalmente bastaba con unas palmadas en la espalda y una noche de cabaret que corría por su cuenta. Sus enormes ojos azules lo miraban con añoranza, la idea de decepcionarla le provocó un nudo en la garganta... Habló sin pensar, dejando que su corazón dominara la fría lógica del soldado, ella sonreía ante sus palabras y eso lo alegró, era muy hermosa la sonrisa de la chica, mejor que sus pucheros y las miradas asesinas.

Seras tuvo miedo cuando la guerra se desató, solo estaban ella y los gansos en los cuarteles, no había un maestro que se hiciera cargo de la situación ni un mayordomo que la ayudara como en el enfrentamiento contra los Valentine ni una Sir que le diera órdenes precisas... Solo estaba su capitán, que la animó a su manera, "moriré antes de permitir que te pase algo, mignonette", fueron las palabras que levantaron sus ganas de luchar, ella también moriría antes de darle una oportunidad a su enemigo de ganar. Pip fue sincero con sus palabras, estaba dispuesto a morir en el lugar de la draculina si era necesario, ella merecía vivir en su no-vida y él ya no le temía a la muerte... Además, la idea de vivir sabiendo que ella no estaría a su lado se le hizo imposible de soportar.

Seras gritó y lloró como una niña pequeña, la misma que gritó y lloró cuando murieron sus padres... Fue débil y perdió al hombre que le robó su primer beso, aquel que odió tanto al principio y que poco a poco fue convirtiéndose en un amigo, un aliado, un mentor, un hombre que la hacía sentir como una mujer. Él dió su vida por ella, ella daría su humanidad para que su sacrificio no fuera en vano, era un intercambio justo. Bebió su sangre y sin saberlo ató su destino al de ese hombre. Pip no supo que estaba pasando hasta que pudo ver a través de los ojos de la draculina, sentir su dolor y la ira, vivir en sus zapatos de forma literal. Dió su vida por ella para terminar siendo parte de ella... Muy irónico, pero no estaba mal para él, al menos podría estar con la mujer de la que se había enamorado.

A veces Seras se sentía enloquecer, perdió el derecho a su intimidad y el estar todo el tiempo acompañada de un hombre tan pervertido como Pip era demasiado. Pip se sentía frustrado, viviendo en un cuerpo de mujer sin poder ser él de nuevo, adiós al alcohol y los cigarrillos, adiós a las platicas con los chicos y adiós al sexo...  Hay veces que ambos se preguntan si valía la pena existir de esa forma, estando tan cerca y a la vez tan lejos... Ella no puede entender las necesidades de un hombre y él no comprende los miedos de una casta mujer... Pero, ¿que los motiva a seguir adelante? Saber que se aman y que a pesar de todo, eso nunca cambiará.

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