Resignación

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“Una muerte honorable por una causa honorable”

Seras permanecía de pie con la vista fija en el epitafio que estaba labrado sobre la lápida de mármol, tan pulcra que resaltaba entre las demás. Una parte de ella quería salir de ahí o simplemente derrumbarse sobre la tierra removida y llorar con todas sus fuerzas, pero, ¿qué caso tenía? Su llanto no levantaría a los muertos, por más que lo intentara.

— Señor Bernadotte, lo logré... lo logramos. Ustedes salvaron la organización, salvamos Londres y quizá el mundo entero. Le pedí permiso a Sir Integra para recoger sus pertenencias y he decidido conservar algunas, porque parecían importantes. Deseché todas sus revistas pornográficas, ¿cómo podía tener algo así?

No pudo evitar un ligero sonrojo y una sonrisa avergonzada, seguramente respondería con algo incómodo y de índole sexual. Hablar sin esperar respuesta le pareció descabellado al principio, ahora sentía que tras cada palabra ducha, un enorme peso desaparecía de su pecho.

— ¿Sabe qué? Siempre fue un hombre vulgar e irritable, vicioso, mal hablado, pervertido y otras cosas más, pero, me sentía muy a gusto en su compañía. Usted fue el único que me trató como una persona normal y fue el único que me hizo sentir como una mujer. ¿Se da cuenta de las cosas que me hace decir, capitán?

Tuvo que morder sus labios para evitar el temblor de los mismos, podía sentir las lágrimas acumulándose, más se había prometido no llorar, porque le prometió a él que dejaría de hacerlo mientras bebía su sangre.

— Prometo que vendré tan seguido como pueda para ponerlo al tanto de la situación, capitán.

Supo que era momento de partir cuando recreó perfectamente la imagen del francés, negando con la cabeza y pidiéndole que lo llamara por su nombre. Siempre pasaba por esa etapa, lo hizo con sus padres, con sus compañeros de la academia, con los soldados de Hellsing y ahora le pasaba con él. Antes dejaba que el llanto fluyera hasta que no quedaba lágrima por derramar, pero el dolor permanecía, ahora que perdió a la persona que más amaba, supo que era su destino perder todo lo que quisiera atesorar.

— Lo siento tanto, Pip.

Le dio la espalda y caminó lentamente, dejando que su vestido de luto ondeara por el viento. Quizá si no lo hubiera amado, él y los demás estarían vivos, pero no servía de nada el lamentarse, solo se podía resignar a una vida en la que el amor estaba prohibido para ella.

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