Dulce

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-Vamos, no te quedes tan atrás, capitán.

Hans caminaba con pesadez, detestaba las calles abarrotadas de los suburbios de río de Janeiro, pero Schördinger insistió tanto en salir (además de que amenazó al Doc con sabotear sus archivos) y nadie dejaba a ese pequeño sin vigilancia.

Se acercó a un puesto y entabló un intento de conversación con la dueña, podía ver como las orejas del niño se movían inquietas bajo la gorra que las cubría por la frustración de no entender portugués. Ese no era problema para Hans, el dominaba el inglés, el portugués y además su lengua natal, el alemán, pero no tenía interés alguno en servir de intérprete.

Schördinger se dió por vencido, solo podía recordar dos palabras de la "conversación" que tuvo con la señora: brigadeiro y doce. Lo único bueno de todo eso es que le regaló un pequeño dulce; lo probó y quedó maravillado, el sabor del chocolate y la leche condensada cubierto con chispas de colores era delicioso.

-¡Capitán, debes probar esto! Es muy doce.

No tenía ni la menor idea de que significaba "doce", pero quiso verse intelectual con el hombre lobo para probarle que también podía ser un lingüista. Le extendió la mitad del dulce a Hans y él, tras dudarlo unos segundos, lo tomó y agradeció al niño poniendo suavemente la mano en su cabeza. Schördinger sintió eso como un reconocimiento por su portugués y continuó caminando felizmente; Hans esperó que se adelantara lo suficiente y de un bocado engulló el brigadeiro, ese típico dulce brasileño era una de las pocas cosas que hacía la estancia en río más llevadera. Schördinger tenía razón, era muy dulce.

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