Navidad

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Muñecos de acción, balones, juegos de video e incluso animales robotizados. Las calles de río de Janeiro fueron decoradas con la publicidad de varias compañías de juguetes anunciando la novedad, lo último que debía tener un niño para estar a la vanguardia y llevar su infancia por el camino correcto del consumismo. Era verano y aún así las decoraciones navideñas enriquecían las fachadas de negocios y casas lujosas: esferas, luces, caramelos... Todo traía tanta nostalgia a la compleja mente de Schördinger.

Una sola vez celebró navidad como es debido, con nieve en enormes cantidades y un frío que te entume el alma, hace cincuenta años, antes de abandonar Varsovia. En aquel entonces no pudo preguntarle al doc que significaba la navidad, ahora no importaba porque logró entenderla por su cuenta.

La navidad era época de dar y recibir, de comer deliciosos manjares y beber menjurges con un poco de alcohol, solo el suficiente para justificar el indecoroso comportamiento que muchos demostraban. Las luces del decorado brillaban más que las mismas estrellas, los moños y el papel decorado se agotaba de las tiendas y solo para reaparecer bajo un árbol artificial o una pequeña palmera «vestida» con esferas de colorido plástico.

Eso era fácil de digerir, no parecía ser distinta a un día cualquiera, después de todo él podía comer lo que quisiera cuando le viniera en gana (ventaja de estar en todas partes y en ningún lado). Lo más difícil de comprender y aceptar era en sí el mayor simbolismo de la Navidad, algo tan simple que dolía y lo hizo derramar más de una lágrima; todos los niños escribían a «Papai Noel» para recibir los mejores juguetes y cientos de dulces, pero Schrödinger era de los malos y el del traje rojo no traía nada a los niños malos.

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