Té y leche

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Pip caminaba por los oscuros pasillos de la mansión, pasaba de la media noche y no quería molestar a Walter ni a los demás de la servidumbre. Comenzaba a acoplarse al horario nocturno de las misiones y le era imposible conciliar el sueño; tras varios intentos rodando en la cama desistió y optó por el plan B: alcohol y un breve desfogue, eso siempre lo ayudaba.

Se dirigió a la cocina para salir por la parte de atrás, encendió la luz y la vió; ella se sobresaltó cuando se sintió descubierta y escondió entre sus manos la pequeña taza, pero Pip era muy observador y eso no pasó desapercibido.

-¡Capitán! ¿Qué está haciendo aquí?
-Buscar un aperitivo de media noche, no me prestes atención.

No supo porque, pero al ver a Seras perdió todas las ganas de salir; comenzó a buscar en la alacena, aunque no tenía ni idea de que quería, solo había hablado por hablar. Tarareó la canción de los esquimales, la que tanto detestaba ella; Seras bufó con molestia, al menos así no se daría cuenta de que solo estaba haciendo tiempo, sin buscar algo en realidad.

-¿Qué es lo que busca, capitán?
- Se me antoja algo de...té...

¿Té? La atmósfera inglesa comenzaba a afectarle, jamás fue un fanático del té. Escuchó a sus espaldas un largo suspiro.

- He preparado un poco de té de menta, si le gusta puedo servirle un poco.
- Gracias, chica, de menta es perfecto.

Ella se levantó y él se sentó frente a su asiento, pudo ver la taza humeante que ella había ocultado entre sus manos.

-No sabía que los vampiros bebían té.
- Yo tampoco... La verdad es que no lo he bebido, solo me gusta olerlo. La menta siempre me ayudaba cuando...

Se detuvo, no estaba segura de compartir esos recuerdos con el capitán, era algo tan personal y quizá ese hombre se burlaría de ella. Le sirvió su té y retomó el lugar frente a él. Seras permaneció en silencio, mirando su taza; Pip conocía sus antecedentes e intuyó que la menta le ayudaba a controlar los ataques de histeria que mencionaban los papeles del orfanato.

-Sabes, a mi me ayudaba la leche caliente cuando era niño, aunque supongo que ya estoy algo viejo para beberla.

La draculina le sonrió, pudo sentir la comprensión en sus palabras, era un buen capitán después de todo.

-Puedo calentar un poco de leche si quiere.
-Solo si prometes no burlarte ni mencionar algo de esto a los chicos.
-No lo haré, capitán.

Pip observó como iba y venía por la cocina, la vista de esa mujer en minifalda sirviendo un poco de leche caliente para él era mucho mejor que su plan B.

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