Aves silvestres

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- Suficiente por hoy, gracias por su esfuerzo, han mejorado bastante.

Algunos chicos le devolvieron una dulce sonrisa mientras comenzaban a recoger sus armas y caminar en dirección a los cuarteles con desgana. Era la tercera sesión de práctica en una semana y tratar de llevar el ritmo de Seras era toda una proeza de fuerza.

- A este paso, los vas a matar antes siquiera de que estén en una misión.
- Tienen que estar bien preparados, capitán Bernadotte, van a enfrentarse a vampiros, no a humanos comunes.
- Si fueran vampiros como tú, me preocuparía más por la resistencia y el aguante... Tal vez debas incluir algunos ejercicios cardiovasculares.

No supo que quiso decir, pero viniendo de ese hombre, tenía que ser algo pervertido. La draculina lo miró de reojo, resaltando el brillo asesino en sus ojos que mantuvo a Pip a una distancia prudente.

- Solo son sugerencias, a fin de cuentas tú eres la niñera de los gansos durante las prácticas.
- ¿Gansos?
- Wild Geese... Somos los gansos salvajes, ¿recuerdas?
- ¿Porqué escogieron ese nombre? No suena muy intimidatorio.
- No lo sé, el nombre ya estaba desde antes que me uniera, hubiera sido una buena pregunta que hacerle a mi abuelo.

Pip se sentó en la hierba, alzando su mirada al cielo. Pudo observar de reojo como la chica se sentó a un lado, a una distancia relativamente corta (medio metro, nada mal, teniendo en cuenta lo mucho que le huía).

- ¿Su abuelo también fue un mercenario?
- Toda mi familia, en nueve generaciones. El apellido Bernadotte es sinónimo de muerte, al parecer... Mi padre fue un soldado de la fortuna, y su padre, y el padre de su padre... Espero terminar esa maldición.

- Creo saber porque son gansos salvajes.
- Te escucho, cherie.
- Los gansos que son salvajes emigran cada cierto tiempo, son aves silvestres que van por el mundo, sin pertenecer a un lugar en especial.
- Tiene sentido, así somos nosotros; viajando por el mundo, sin pertenecer a ningún lado y sirviendo a la causa mejor pagada. Nunca me habían llamado ave silvestre, pero me gusta.

Pip sacó un cigarrillo y lo encendió por costumbre, supuso que a un vampiro el humo no le sería molesto.

- Y si nosotros somos aves, ¿cuál te gustaría ser?
- ¿Yo?
- Eres parte de la tropa, ¿no? Pero tú no emigras, cherie, tienes un hogar, así que no eres un ganso.
- No lo sé, jamás me he visto como un ave.
- ¿Qué tal un murciélago?
- Me dan algo de miedo...
- ¿En serio?

Se giró para mirar su rostro apenado, desviando la mirada como siempre que él estaba cerca. El brillo de la luna se reflejó en sus ojos azules, resaltando su rubia cabellera y el amarillo de su uniforme.

- Un canario.
- ¿Eh?
- Tus órdenes son como el canto de un canario. Además, el plumaje ya lo tienes, ese amarillo en tu uniforme resalta donde quiera que estés.

Un canario... eran aves lindas y con un canto hermoso, resaltando donde estuviesen por la belleza y brillantez de sus plumas. A Seras le gustó su título de ave silvestre.

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