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La pequeña draculina

Era víspera de navidad y mientras todas las familias se alistaban para degustar un gran pavo y demás delicias, ahí estaba ella, vagando por los oscuros pasillos de la mansión Hellsing. Maldijo su desarrollada audición porque quería entonar villancicos como los niños que iban de puerta en puerta, recordar un poco de la dicha de su infancia, pero sir Integra fue muy clara al decir que no habría navidad. La pobre estuvo deprimida todo el día, arrastrando los pies allá a donde iba, sin la apabullante energía que la caracterizaba. Se dejó caer con desgana en una esquina y buscó en su bolsillo la caja de fósforos que iba a devolverle a Pip. 

Tomó uno y lo encendió, tratando de recordar el confort del fuego, pero su piel de hielo necesitaba algo más que la poca luz de la llama que se extinguió casi al instante. Suspiró con tristeza y aspiró el embriagador aroma que provenía de la cocina; Walter preparaba una deliciosa cena que no podría disfrutar, pero nadie podía negarle fantasear un poco. Encendió otro fósforo y cerró los ojos, pensando en un delicioso pavo relleno, listo para ser sacado del horno. Apenas comenzaba a sentir un hormigueo en las mejillas por saborearse cuando la llama se extinguió de nuevo, dejándola en penumbras una vez más. 

Rápidamente sacó todos los fósforos y los encendió, deseosa de retomar aquel hermoso sueño con la chimenea y el pavo, además había un gigantesco árbol de navidad y cientos de obsequios, todos para ella, pero lo que más llamó su atención fue la silueta que surgió entre las llamas, haciendo que se desvaneciera su fantasía invernal. El capitán Bernadotte apareció justo cuando el fuego se extinguió y aunque trató de enojarse con él por alejarla de su sueño perfecto, no fue capaz. 

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Inspirado en el cuento navideño "la pequeña cerillera" del gran Hans Christian Andersen.