Sonrisa

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Caminaba con cautela entre la espesa vegetación, se había separado del grupo siguiendo un rastro falso y eso no era bueno para él. Tenía el rifle cargado, listo para actuar si era necesario, no podía evitar ese intranquilo sentimiento de que algo malo iba a pasar, un curioso deja vú. Estaba seguro de reconocer la zona, el sendero que él mismo marcaba pisando hierbas y ramas, el silencio que lo rodeaba, la ausencia de vida a pesar de estar en una selva, todo eso ya lo había vivido.

Pip se obligó a continuar, su lógica lo mandaba a quedarse quieto, pero no podía hacerlo, tenía que encontrar a sus hombres y salir de ahí, sacarlos a todos con vida, era su deber como capitán. Se adentró aún más en esa verde espesura, agudizando el oído para detectar cualquier indicio de que era acechado, se sabía en desventaja y no quería ser la presa de un cazador, ya fuera animal o humano.  Las gruesas copas de los árboles filtraban pequeños rayos de luz, proyectando sombras que lo ponían paranoico. Detuvo sus pasos, estaba seguro de haber escuchado un crujir de ramas a sus espaldas, más cerca de lo que le hubiese gustado; entonces lo supo, estaba en Uganda, en el momento justo cuando lo atacaron por la espalda y al defenderse perdió su ojo izquierdo... solo era cuestión de esperar para que ese bastardo se arrojara sobre él, ¿cuantas veces se había repetido esa pesadilla? Ya había perdido la cuenta.

Escuchó aquellos pasos más cerca, incluso juraba sentir la respiración de su agresor en la nuca; suspiró, era su turno, se volteó y apuntó con el rifle, pero algo había cambiado... En lugar del hombre negro que le clavó la navaja en el ojo había una hermosa chica rubia de cabello corto y grandes ojos azules, mirándolo como si lo conociera. Pip quedó anonadado, el rifle resbaló de sus manos por el temblor de las mismas, ¿que hacía esa chica en medio de su pesadilla? La miró a detalle, vestía con una ajustada camisa de manga corta y minifalda, ambas de un amarillo que resaltaba sus iris color del cielo, además irradiaba una luz natural que iluminaba ese pedazo de selva.

Trató de hablar, pero no encontró palabras, su boca estaba seca y no produjo más que titubeos, se sentía expuesto ante ella. La chica permanecía estática, mirándolo con curiosidad, Pip comenzaba a desesperarse, ¿qué quería de él? Entonces le sonrió, pero no fue una simple sonrisa, era la más cálida y radiante sonrisa que había visto y supo que era para él, ella le estaba dando ese valioso regalo que sustituiría la sangrienta escena que le cambió la vida... Pudo ver su reflejo en sus ojos, distinguir el verde de su ojo derecho y el vendaje ensangrentado que ocultaba la vacía cuenca ocular, en su momento se sintió fatal, creyendo que tras ese desafortunado accidente perdió su encanto (la vanidad era uno de sus tantos pecados) pero la rubia no se mostró horrorizada ni se burló; se acercó a él y rozó aquellas vendas, tuvo que pararse sobre las puntas de sus pies para alcanzar su mejilla y besarlo con timidez.

Un nombre vino a la mente de Pip, por fin sus labios fueron capaces de pronunciar algo entendible, "Seras". La abrazó, pegando su pequeño cuerpo al suyo, aunque su piel se sentía fría el calor que le transmitió ese abrazo bastó para saber que quería estar con ella siempre. Cerró su ojo, quería grabar ese momento en su mente, tener algo bueno que recordar cada vez que las pesadillas de sus días en campo de batalla le arruinaran las noches...

Abrió su ojo, sentía el cómodo colchón y las frazadas cubriendo su cuerpo, la oscuridad no le permitía ver mucho pero supo que estaba en su habitación . Levantó la diestra y pasó sus dedos por la fibrosa cicatriz que marcaba el lado izquierdo de su rostro. Sonrió ampliamente, era la primera vez que esa pesadilla no lo despertaba sobresaltado y empapado en sudor... También era la primera vez que soñaba con la draculina, siempre creyó que tendría algún sueño húmedo con ella... Demasiado irónico, pero no dejaba de ser agradable, después de todo esa era la sonrisa más hermosa que había visto y solo era para él.

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