Solsticio de Verano

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Evadir su mirada se volvió la misión prioritaria, bloquear la imagen de su inocente rostro, dejar que los gemidos acallasen la voz que le recriminaba en su mente y la reclamara en sueños, esa fue su rutina desde que llegó a Hellsing y la conoció. Al principio solo era un monstruo en cuerpo de mujer, pero eso cambió cuando fue ella quien se preocupaba por sus heridas, quien le cuidaba la espalda en las misiones, quien lo trataba como una persona y no como el asesino a sueldo.

Esa noche debió ser igual a las anteriores, solo tenía que esperar a que concluyera el entrenamiento para huir de ese lugar, pagarle a la dama del burdel, desquitar cada centavo invertido y regresar a los cuarteles sin ser visto, dejar que el agua fría de la regadera arrastrase toda la culpa y continuar con su vida, molestando a la chica para que se alejara de él y dejara de confundirlo.

La noche no era tan fresca y los chicos estaban cansados y agitados por las severas rutinas que les ponía la draculina, él incluído. Todos sufrían los estragos del verano excepto ella, su perfecto cuerpo no parecía verse afectado por el calor. Recordó la vez que se conocieron y casi lo mata, su tacto era frío, si tan solo... Se distrajo y terminó con un largo y profundo corte en la palma de la mano.

— Capitán, ¿se encuentra bien?

— Estoy bien, ma cheri.

— Lo siento, pero creí que iba a esquivarlo, no a sujetarlo.

— Lo importante es que no me rebanaste el cuello, ¿no crees, mignonette?

Quiso ahuyentarla con palabras hirientes cuando caminó hacia él, oró para que desistiera de sus intenciones cuando le cogió la mano y analizó el corte, se odió por no ser capaz de apartarla antes de entablar contacto con sus hermosos ojos y ver un reflejo de sí mismo.

— Seras, ¿estás bien?

El cuerpo le temblaban y su mirada cambió de un cálido azul al rojo intenso como el preludio de una tragedia. Pip se quedó totalmente estático al sentir su lengua recorrerle la palma de la mano, limpiando con aparente deleite cada rastro de su sangre. Su herida dejó de palpitar, tuvo que morderse el labio inferior para no gemir y expresar todo el placer que sentía en ese momento, ¿y si cortara otras partes de su cuerpo?

— Listo, señor Bernadotte. La saliva de un vampiro acelera el cierre de las heridas.

Su voz lo regresó a esa realidad en la que se detestaba a sí mismo, el azul retornó al rostro de su ninfa y con el un gran remordimiento. Si Seras podía controlar sus impulsos, ¿porqué él no? Era un asqueroso bastardo por desearla, fantasear obscenidades con su cuerpo, querer devorarla como una bestia sin raciocinio, codiciar esa pureza tan gentil pero lo suficientemente cruel para enloquecerlo. Agradeció que ese día fuese el solsticio de verano, la noche era la más corta del año y no tendría que encararla por mucho tiempo.

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