Fausto

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"Con espanto me despierto por la mañana. Quisiera llorar lágrimas amargas al ver el día, que en su curso no saciará uno solo de mis anhelos, ni uno tan siquiera."

J. W. Goethe

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Parece un poco irónico que el mayor miedo de un chico de catorce años sea la vejez, pero lo era para Walter. Fue acogido por Arthur Hellsing solo porque era útil en su guerra, un peón más que además le servía el té en la cama y ocultaba la evidencia de sus escapadas nocturnas. Su zona de confort giraba alrededor de las órdenes de Sir Hellsing y Sir Islands, podría pasar su vida matando vampiros y sirviendo copas siempre que le dieran un techo y alimento, pero, ¿qué iba a pasar cuando ya no fuera útil? ¿cuando los años hicieran estragos en sus músculos y perdiera la agilidad necesaria para maniobrar los microfilamentos? Arthur Hellsing no se caracterizaba por su bondad ni caridad, no dudaba que lo echaría a la calle.

La primera vez que combatió a lado de Alucard, prácticamente lo dejó morir solo con el hombre lobo... Ese maldito vampiro se fue sin más, alegando que los licántropos no eran su especialidad... ¿Esa era la clase de aliados que le ofrecía la organización Hellsing? El callado individuo le perdonó la vida, poco después sabría que era el capitán de las tropas de Millenium, Hans Günsche. Llevó su inconsciente cuerpo con Max Montana y ese gordo detestable le ofreció la mejor oportunidad de su vida: la eterna juventud, a cambio de su lealtad. Walter no lo dudó por mucho tiempo, ¿qué lealtad podría tener por los compañeros que lo dejaban a su suerte? El trato era sencillo, permanecería en Hellsing, brindando información cuando se le solicitara y una vez que el gran plan se ejecutara, él sería joven por siempre.

Pasaron los años y hubo muchos cambios en su zona de confort, el más significativo fue la muerte de su mujeriego jefe. Su pequeña hija, Integra Fairbrook Wingates Hellsing, tomó el control de la real orden de los caballeros protestantes y Walter tuvo que estar con ella. Al principio le resultó fastidiosa la idea, pero con el tiempo quedó maravillado con la fuerza y determinación de esa mujer, era todo un honor ser su mentor. Alucard regresó de su letargo, pero el temple de Integra logró lo que Arthur ni en sueños pudo, dominar y manejar al vampiro, eso también complació a Walter.

Un día, sin previo aviso, el nosferatu trajo consigo una draculina, adorable y torpe. A sus ojos era una niña pequeña en un cuerpo de mujer, con buenas intenciones pero falta de gracia y madurez, era como tener un bebé en la casa y contra todo pronóstico disfrutó la compañía de Seras Victoria, era una buena chica. El plan de Millenium trajo consigo la muerte de todos los soldados que estaba al servicio de Integra y él tuvo que conseguir apoyo militar. No le costó trabajo dar con el paradero de los Wild Geese, ese nombre era leyenda entre los veteranos de guerra; contactó al capitán Pip Bernadotte y tras ofrecerle un contrato imposible de rechazar, se unieron a Hellsing. A pesar de que eran una amenaza para los planes del mayor, generó empatía por el jóven capitán. Se vió reflejado en él, forzado por la vida a formar parte de la guerra a tan corta edad... Le encantaba hablar de estrategias militares y armamento, incluso aportó ideas para el desarrollo de nuevas armas, era un saco de sorpresas el señor Bernadotte.

El gran momento llegó y la que en su momento fue la decisión más fácil que tomó en la vida ahora le pesaba... Servir a Integra, cuidar de Seras, hablar con Bernadotte, incluso convivir con Alucard, todo lo aprendió a disfrutar y valorar gracias a la vejez que tanto temía... Pero no había vuelta atrás, ahora serviría a Millenium como un eterno jóven vampiro...

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