INOCENTES

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Aveces me miro en espejos rotos.

Rotos de dolor por la rabia contenida.

Contenida mi alma, ahora no grita.

¡Grita!... corazón de trapo, que inocentes nos creemos.

Creemos en la razón, pero nos susurra al oído falsos testimonios.

Testimonios de los anónimos testigos, que nunca dicen la verdad.

Verdad es, que los inocentes saben llorar, saben perder.

!Perder toda esperanza¡, pues después de la guerra siempre quedan cicatrices.

Cicatrices en manos ensangrentadas, de arma humeante, de cuerpo inerte sobre tu conciencia.

Conciencia perturbadora, al reconocer el asesinato de un amor, al decir yo soy el asesino.

Asesino del beso, suicida del abrazo, pirómano de poemas en papel.

Papel del frágil destino, donde escribiste un futuro incierto.

Incierto es el destino de nuestra inocencia, en una historia ya vivida, ya sufrida.

¡Inocente! dices, quizás el veredicto, sea sentencia de muerte para los últimos besos sinceros.

Sinceros los días del amor compartido, del amor primerizo, del amor nocturno.

Nocturno es el ladrón que robo la pasión, que arrebato el latido al unísono de dos amantes.

Amantes que se dan la espalda, de pena atrincherada, que precipitan por barrancos de locura, lágrimas amargas tras la contienda.

Inocente me declaro su señoría, inocente es mi demandada, pues en el amor, siempre pierden más, los que inocentemente entregaron más.

REFLEXIÓNESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora