Sonrojado estoy, aunque soy el más altivo de los hombres, el más tonto de la manada.
Penetrante es mi mirada, que quema las aguas de océanos obscenos.
Grita una parturienta, anunciando que llega un amor y que ya a comenzado a morir.
Puede que el cielo llore de pena, al ver a los amantes que ya no se aman.
Puede que la sombra de lo que fui, un recuerdo marchito de lo que deseaba ser, sea ahora una pobre historia llena de desdichas.
Ahora siembro razones en campos vacíos de amores.
Escasos de melancolía, borrachos de fundamentos frágiles, ausentes de argumentos escritos en papel mojado.
Ahora, hay campos en los cielos plagados de pecados, que fueron cosechados por la ira en tu nombre.
¡Salta! aprendiz de sueños imposibles, ... me pidió ella.
¡Sobrevuela las nubes! que rugen y lloran cuando el abrazo y el beso se desvanecen en la tierra... me rogó la tormenta.
Veterano de las derrotas más amargas, guardadas en vacíos sin fondo.
Crucifica a todos los versos, parientes del verbo amar, y arrebata la fe a todos los pretendientes del amor.
Soy culpable de amar y no ser amado, de querer a muros infranqueables, de soñar despierto para alcanzar sus labios y conquistar su corazón.
Inocente en la guerra, pero culpable de amarte en la derrota, desahuciado en el amor, busco refugio en el alma del ave fénix.