Cobarde el puño alzado que golpea su rostro sin piedad, cobarde el alma que grita ¡yo soy el juez y el verdugo!
Mujer coraje, más valiente que él, su cuerpo tatuado de golpes pide una tregua a la muerte.
Aquellos cuentos de hadas prometidos fueron quemados uno a uno en la hoguera de la ira, aquellos sueños soñados se marchitaron en un jarrón de lágrimas que rebosan.
Cobarde de corazón negro, disfrazado de buen hombre no te engañes a ti mismo y grita... ¡Soy un cobarde!
En la noche, la más triste de todas, tu justicia, la mas injusta, cayó sobre la inocencia, la sangre que ella derramó escribió su sentencia... Ahora ya no llora, ya no te pide que pares, ahora ya no te lleva la contraria... Ahora ya no vive.
Aquel que destacaba su hombría, aquel que decía ser un macho alfa, éste ser tan diminuto en bondad y un gigante de la maldad, ahora en su ventana tendrá barrotes durante veinte años, ojalá en tu consciencia sean doscientos, que todas las noches sean pesadillas y los días interminables en la prisión de los cobardes como tu.
Mujer valiente, maravillosa tu creación, manantial de caricias, fabricante de besos sinceros, mujer valiente, mucho más que él, mujer sensata, todo corazón, madre de los hijos que la adoran.
Descansa ahora, mujer valiente.
