LA QUIETUD

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En todos los amaneceres que sentado yo te observo,

que yo te venero, tu cabello blanco nieve no se despeina,

ni el más violento de los vientos podrá mover tus cabellos,

remover tu eterno peinado.

Es tu hogar,

un lugar abierto al mundo y en un jardín te hallas,

y aunque el sol del verano caliente tu suave piel,

nunca podrá broncear una piel tan blanca como la leche,

tan brillante y blanca como la sal,

una piel tan blanquecina como las blancas nubes de la mañana primaveral.

Sábana divina,

escueta, breve y escasa...que envuelve y tapas sus intimidades,

que insinúas, pero no enseñas nada a las miradas lujuriosas.

Mujer nacida de un bloque,

esculpida a golpes de martillo y cincel,

los golpes que dio la vida a un triste hombre que un amor perdió,

un amor que murió y mató a un escultor en vida,

rabia e ira hicieron que arrancara del frío mármol un cuerpo de mujer,

una belleza oculta,

un amor que duele por su ausencia, un recuerdo que quiebra su corazón.

Quietud es tu nombre,

pues eres el recuerdo perpetuo de un final trágico,

mujer de mármol que demuestras que fuiste bella en vida,

que quizás esperas quieta en tu jardín el milagro que te devuelva a los brazos de tu amante escultor.

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