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¿Sabes qué es lo más complicado de contar una historia? Cómo empezarla.

Al menos para mí así es.

Mi historia no tiene un inicio, tampoco tiene un final. No comienza cuando nací y no acaba con mi muerte.

Con esa creencia y su concepto, puedo creer y afirmar que algo de mí todavía queda en este mundo, pero... ¿dónde?

Eso necesitas averiguarlo tú.

Conserva esto, puede ser de ayuda para más adelante. Según mis cálculos, lo debes haber encontrado en el parque Freig Russell, tirado en el basurero junto a la banca que no tiene respaldo. Si necesitas más detalles, la banca tiene un corazón rayado así:

 Si necesitas más detalles, la banca tiene un corazón rayado así:

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De no es suficiente para convencerte, podría describirte el día exacto en que tengo previsto para que lo encuentres: será el último día de lluvia en la ciudad, después de ese día está pronosticado que no lloverá en casi un año.

Si confías en mis palabras y pretendes conservar esto, por favor, cumple con ello y no lo pierdas. Aquí te revelaré algo que por mucho tiempo oculté solo para mi disgusto, hasta ese peculiar día en que decidí confesarlo todo. Y ya que mencioné la palabra «decidí», tengo la necesidad de advertirte que el mundo está lleno de ellas. De decisiones.

A muchos la consecuencia de nuestros actos les aterra, a mí me asusta tener que decidir. Las elecciones forman nuestros caminos y mis elecciones desencadenaría una magnitud de problemas. Pero oye, no te asustes, eso no ocurrirá contigo... espero.

No si me tomas como ejemplo de lo que no tienes que hacer.

Mi amiga Rowin me dijo una vez que hay cinco cosas de las que no podemos escapar:

1. Las obligaciones.

2. Los pensamientos.

3. Las canciones que se inmiscuyen en la cabeza y tarareamos sin percatarnos.

4. Las llamadas de la compañía telefónica.

5. El amor.

Claro, hay muchas cosas más, pero esas cinco, según ella, son las más importantes que envuelven a un adolescente común y corriente.

Díselo a la Luna ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora