C u a r e n t a y s e i s

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Actuar como una brabucona no es lo mío y nunca lo fue. El uso de la violencia solo era un medio impulsivo al que no apoyé jamás, a excepción de algunas ocasiones en que la fuerza bruta tuvo que dar lugar, como la vez que me peleé con Tracy. El intercambio de golpes no lo justifico, amenazar con hacerlo tampoco, por eso cuando la emboscada preparada por las chicas llegó a su punto más chirriante de ebullición, pensé que se iría todo al carajo.

La semana del aniversario empezó mal. La lluvia arruinó la enorme carpa que con tanto esfuerzo los trabajadores y organizadores armaron para que los estudiantes más versátiles se colocaran con puestos a vender cosas y así dar el dinero a caridad. Las actuaciones casi fueron canceladas por seguridad. Los estudiantes corrían de un lado a otro temiendo ensuciar sus atuendos o arruinar maquillajes. Al final, se decidió organizar el aniversario en el auditorio. Nosotros, como curso, decidimos hacer todo el asunto de los países en nuestra sala.

Vestirme como originaria de México tenía emocionada a mamá. El tema del maquillaje y acomodarme el traje por poco le hace olvidar el terrible hecho de hacía unos días. Cuando regresé de la fiesta me pilló entrando por la ventana. Berty y Crush me habían delatado.

—Deja tomarte otra foto —me decía una y otra vez. No llevaba la cuenta de cuántas fotos ya me había sacado, en todas las posturas y expresiones diferentes. Estaba más entusiasmada que yo—. Ahora una con los gatos —decía.

Como estaba castigada, me limité a obedecer sin chistar.

Antes de salir, me miré una última vez en el espejo. No acostumbraba a verme con colores tan vivos, tampoco llevar mi cabello recogido en dos trenzas, pero me gustaba ponerle algo de vida a tan deprimente día. Debí tener extremo cuidado con mi falda, la cual me llegaba hasta los tobillos y poseía un pliegue natural en su caída; era roja, con decoraciones florales que combinaban perfectamente con la blusa blanca de mangas holgadas. Los colores que más destacaban eran el blanco, verde y rojo. Aunque el último color poco lograba destacar en mi cabello.

Al llegar a Sandberg comprobé mis sospechas: el lugar era un desastre total. Las personas corrían de un lado a otro embarradas de sus propios problemas, absortos estaban en sus asuntos sin importarles a sus prójimos. No había solidaridad, exceptuando a algunos cuántos. A las chicas, tan enorme caos (el cual se aceleraba más y más a convertirse en una clase de guerra estudiantil) les vino a la perfección. Con tantas personas distraídas la emboscada sería sencilla.

Pero primero lo primero: hacer acto de presencia en la actividad del curso. En pocas palabras, y como María lo llamó, tener nuestra coartada.

Nos dirigimos a la sala donde llevaríamos a cabo la actividad de los países. Al llegar tuvimos la dicha de que algunos de nuestros compañeros habían arreglado las mesas como si se trataran de un restaurante. Mesas familiares, para dos e incluso una persona estaban situado en la sala con una decoración pintoresca en las paredes. Todo relacionado con los países del mundo. La actividad escolar era algo así como una demostración sobre los países; las personas se sentaba en una mesa correspondiente a un país para degustar de algún aperitivo simple mientras los estudiantes representantes de dicho les informaban sobre su cultura e información relevante.

Díselo a la Luna ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora