O n c e

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El mensaje.

Entiendo que tomar ese receso y contarte sobre mis nuevos compañeros de piso puede que no viniera al caso. Tal vez debí omitir todo ello y contarte directamente qué ocurrió el lunes por la mañana cuando tu mensaje ocupó la pantalla de mi celular, despertando así una intriga casi adictiva por saber quién lo había enviado y qué querías decirme con todo esto.

¿Tendrá sentido? Es probable que, a futuro, tras leer esto, unas las piezas y formes el rompecabezas que también empezó a tentar cada pensamiento que tenía.

Empecé el lunes yendo a clases en compañía de mamá. Estábamos discutiendo la problemática que traería su nuevo trabajo y coordinar que el bus de Sandberg tuviese que pasar por nuestra calle. A diferencia de la semana anterior, mamá dejó el auto en el estacionamiento y no es la entrada de Sandberg.

Avanzamos hacia la puerta principal encontrando a las primas Morris esperando nuestra llegada. Apenas nos divisaron alzaron sus manos al cielo con una coordinación digna de un premio.

—¡Yionne! —exclamó Rowin, arrimándose a mi brazo— Tienes que contarnos tooooodo lo que pasó. —Y como si recién se percatara de la existencia de mamá, se dirigió a ella diciendo—: Enhorabuena, señora O'Haggan, sus futuros nietos serán hermosos.

A su lado, Sindy aprobó las palabras asintiendo.

—Unos genes interesantes, sin duda —comentó, colocando su mano en la barbilla.

Mamá y yo nos miramos a la vez, la confusión se formaba en nuestro entrecejo con una expresividad casi alucinante. Antes de que ella hablara, yo me adelanté.

—¿De qué hablan?

—De ti y Claus, por supuesto —contestó Rowin en un tono obvio y rodando los ojos—. Estuvieron juntos el sábado por la tarde, ¡hasta publicó una foto donde salías concentrada! Fue adorable su comentario... Espera, te lo enseñaré.

—Salí con él por un trabajo —aclaré, todavía sin aturdida por la efusividad que detonaba su mirada y la aprobación que las dos Morris mostraban en torno a la supuesta relación que Claus y yo teníamos.

—Eso lucía más como una cita.

Aldana se nos unió alcanzándonos justo en la entrada al enorme hall del colegio. A diferencia de las otras dos chicas, no demostraba entusiasmo alguno por la malinterpretación. Con el celular preparado en un mano, nos enseñó una foto publicada en Facebook donde aparecía yo algo desorientada. Recordé que hubo un momento donde Claus traía su celular en sus manos, y le pregunté qué rayos hacía con él, pero respondió que veía un mensaje de su padre.

Mentiroso.

¿Sabes qué es lo peor? El mensaje horrendo que acompañaba la descripción de la foto. Una frase melosa de algún libro de romance.

Díselo a la Luna ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora