O c h o

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Mamá y yo nos inclinamos hacia atrás esperando los bocinazos impetuosos de Tracy, pero en lugar de encontrarnos con ella, vimos otro auto.

—Algo bueno tenía que sacar de la pelea —comenté volviéndome hacia mamá, quien me atrapó con su mirada acompañada de una sonrisa que describe la victoria en su totalidad. Elevé una comisura para regresarle el gesto.

—Espero que sea la última pelea en que te metes, Onne. ¿Te quedarás después de clases?

—Ese es el lado malo de la pelea, tengo que ayudar en la biblioteca.

—Qué daría yo por estar en tu lugar —soltó mamá en medio de un bufido.

Siempre le gustaron los libros, desde niña más o menos, y amaba oler sus páginas; libros antiguos y nuevos. Papá también tenía esa inclinación, siempre agarraba un libro de la estantería para olerlos. Nunca entendí mucho ese fetiche compartido, por alguna razón aparente, siempre que intentaba oler un libro mi nariz picaba. Era de las que preferían leer por celular, más económico y accesible.

—Si tuviese la habilidad de intercambiar cuerpos y no la de... —Me corté en seco. La confusión se delató en las facciones de mamá, ya más arrugadas por la edad— de tener puños de acero.

—Ajá, Puños de acero, podrías pedir esa habilidad y reemplazarme en el trabajo de vez en cuando —me agarró y besó mi cabeza.

—¡Oye, me despeinas! —me quejé liberándome de sus brazos, sofocándome.

En un gesto de niño pequeño, mamá me sacó la lengua. Antes de responder con lo mismo, sus ojos se desviaron hacia el exterior del auto. Tuve que darme la vuelta sobre el asiento para descubrir a quien miraba y pegué un grito enlazado con un salto: Rowin Morris saludaba animadamente desde el exterior del auto.

—¿Y ella quién es? —curioseó mamá, batiendo sus manos a modo de saludo (el cual ni siquiera iba dirigido a ella).

—Es una amiga. Voy a entrar con ella —decidí, estampando un beso en la mejilla de mamá—. Te quiero, mamá.

—Cuídate, cariño.

Tras un abrazo, abrí la puerta del auto y me encontré con la sonrisa resplandeciente de Rowin.

—¡Hola! —me saludó—. Creí que te habían expulsado... o algo por el estilo.

—Creo que tuve suerte.

—Supongo que sí, sobre todo porque te abalanzaste contra Tracy Wilson. Ella y su amiga son los peores de los males. Es como... ¡comer pizza con piña! ¿Sabes?, todas estuvimos muy preocupadas por ti. Y también impresionadas. Intentamos no esparcir rumores sobre la pelea, pero aquí todo vuela a la velocidad de un avión, lo siento.

Me lo esperaba.

—Ya puedo imaginar lo que dicen de mí: la chica nueva se mete en una pelea en los vestidores, Sandberg deberá estudiar con severidad a los próximos estudiantes que pretendan entrar a la institución.

Díselo a la Luna ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora