C i n c u e n t a y t r e s (Parte 2)

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Capítulo dedicado a nuestra besha Aldana de la vida real AldanaRs


Parte 2

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Parte 2



Por más que insistiera, Aldana no quiso dejarme sola con Claus, así que me acompañó al punto de encuentro donde habíamos acordado juntarnos. Una enorme camioneta negra con vidrios polarizados aguardaba a un lado de la calle. Al verme bajar del auto, dos hombres vestidos de negro bajaron; su sola presencia elevaron mi temor más allá de la estratosfera. A pocos pasos de llegar, Aldana me tomó del hombro para mostrarme su apoyo. Lo agradecí para mis adentros; saber que no estaba sola me armó de valor.

Claus bajó el vidrio de la camioneta y enseñó su rostro. La sonrisa confianzuda que siempre llevaba había desaparecido, evidenciando el descontrol que sentía en ese preciso momento. Deseo haber saboreado por mayor tiempo ese momento.

—Bien, ya estoy aquí, ¿qué quieres?

No me respondió. En su lugar, uno de sus hombres abrió la puerta de la camioneta.

—Suban —nos ordenó.

Aldana dio un paso atrás en negación.

—¿Por qué? —quise saber.

—Más es mejor —respondió Claus—. Además —miró a Aldana—, también está involucrada en esto.

—¿A dónde iremos? —preguntó ella.

—A Polarize. Vamos a llamar la atención de sus novios.

—¿Y si nos negamos? —insistí dando otro paso atrás. Uno de los hombres altos se interpuso en nuestro camino de regreso al auto.

Una risita se le escapó a Claus. Al volverme hacia él, descubrí que portaba su apestosa sonrisa de superficialidad y alarde por la ventaja que nos llevaba.

—Estoy seguro de que no lo harán —dijo—. Vamos, suban, no les haré nada.

Mentía.

En el auto, rodeaba de hombres desconocidos y con Claus exhalando control sobre nosotras, la poca tranquilidad que había sentido en la tarde se esfumó por completo. Los buenos momentos que tuve fueron reemplazados por los recuerdos insistentes de mis otros viajes, imágenes rápidas sobre la habitación en Polarize ocuparon mis pensamientos. Me aterré al caer en cuenta de que mi más grande temor pasaría. No, mejor dicho, estaba pasando. Y como para empeorar las cosas, Aldana también viviría por lo mismo.

Mi amiga y yo íbamos juntas, con nuestras piernas pegadas, abrazadas por la espalda, deseando —probablemente— que no nos separaran. Aldana iba en silencio, con una aparente tranquilidad que se perdía en su mirada angustiada. Yo, por otro lado, no me negué a mostrar mi lado inquieto moviendo sin parar mis piernas. Claus lo notó; hizo un recorrido desde mi pierna hasta mis ojos, y en cuanto los capturó, esbozó una sonrisa.

Díselo a la Luna ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora