D o c e

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Es extraño como el mundo se apropia de cada uno, toma su lugar y reclama su existencia en persona. Tú lo hiciste en mi mundo el lunes cuando me enviaste el mensaje. Ese fue el cambio que se produjo al salvar a Shanelle. Puede que sea para bien o para mal. No lo sé. Lo único que entiendo es que este cambio provocó que, de alguna forma, tú y yo hablásemos.

Tras tu revelación poco pude hacer para volver a hablar contigo. No respondiste a mis mensajes, tampoco me enviaste más. Si no fuera porque podía leer la conversación seguiría creyendo que realmente alucinaba.

Volví a casa tarde encontrando la casa protegida por las dos criaturas que Rust me había dejado para cuidar. Sin mencionar la terrible (y muy olorosa) sorpresa en uno de los escalones cuando pretendía subir a mi cuarto. Ante la incertidumbre que se embalsamaba conforme a la espera de un nuevo mensaje de tu parte, acabé dormida siendo despertada por Crush y afán por morder los pies.

—¿Ocurrió algo?

La perspicacia que tienen las madres es admirable, ellas siempre descubren que algo extraño está pasando, aunque intentes poder la mejor cara frente a ella. Es... como un don. El problema era que, en la hora de la cena, no podía esconder la frustración que emanaba de mí cual perfume.

—Estoy cansada —le respondí, haciendo a un lado un fideo con forma de tubo y manchado de salsa.

—La típica respuesta que todos dan cuando algo nos está afectando y no deseamos hablar de eso —desdeñó mi madre emitiendo una seca carcajada. Esto me hizo apartar mi cabeza del plato y visualizarla—. Tranquila, si no quieres contarme qué ocurre te daré tu espacio. —Y diciendo esto deslizó su mano hacia la mía—. Solo quiero recordarte que no importa qué esté pasando, puedes contar conmigo.

Su cálida caricia se fundió con sus dedos sosteniendo mi mano, con su pulgar acarició mi palma como solía hacerlo papá, entonces me vi de regreso a los días donde continuaba con vida. Antes del accidente acarició la mano de mamá de la misma forma que ella lo estaba haciendo.

—Por cierto, mañana el autobús vendrá a las 7:30, tendrás que despertar más temprano. —Mi bufido, cual gruñido de león, le causó tantas gracia que casi le da un ataque de tos. Se colocó tan roja que el iris de sus ojos se detonó de un tono más claro.

—Eso te pasa por malvada —me quejé, cruzando los brazos por la altura de mi pecho.

Después de ese suceso, no me sorprendió la respuesta que me dio esa misma noche, cuando llegué a su habitación. Haciendo una mueca, mamá encendió la luz de la lamparilla sobre su velador y el color amarillento contrastó con el azul de la enorme pantalla LED que colgaba de la pared. Su expresión cansada iba acorde al desarmado moño que apenas aguantaba su cabellera roja.

—¿Puedo dormir contigo esta noche?

Hacía mucho tiempo que esa pregunta no salía de mis labios. Se sintió extraño decirlo.

Díselo a la Luna ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora