D i e c i s i e t e

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Antes de leer el capítulo, ¡LEAN ESTO!

Hoy me llegó la última tanda con la edición de OTR y pretendo enviarla esta semana porque no me gusta retener mucho las cosas, así que voy a estar desaparecida y no actualizaré hasta que acabe el asuntillo. Ya lo había dicho antes, pero hay personas que no leen mis notas de autor ;o;

 Ya lo había dicho antes, pero hay personas que no leen mis notas de autor ;o;

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Después de mi confesión el resto del camino lo resumiría en silencioso. Rust se encargaba de manejar y yo de distraerme en el exterior.

—Detente allí —le señalé a Rust tres casas antes de la mía. Mamá probablemente estaba pegada a la ventana y no quería que me viera llegar con la copia casi idéntica de Jax Wilson.

—¿No quieres que tu madre me vea?

—Precisamente.

—¿Entonces no podré ver a mis hijos? —preguntó con resignación.

—Tus hijos estarán para ti todos los días, pero hoy no. —Tardó en digerir mi rechazo. Formuló un sutil «bien» que no parecía emitido de él. Sonreí con disimulo y me preparé para una rápida despedida—: Gracias por traerme... y todo lo demás.

—Salvarte la vida, querrás decir. —Se acercó para desabrochar mi cinturón de seguridad.

Dejé escapar todo el aire de mis pulmones por mi boca y emití una especie de jadeo lleno de incredulidad. No podía decirlo enserio, ni con tanta arrogancia. Ansié decirle que esa desfachatez debía decírsela yo, porque él fue el inicio de todos mis viajes. De verdad quería cerrarle el pico, pero me resigné y callé.

—Sí, eso —siseé con la voz cargada, bajando del auto—. Buenas noches.

Cerré la puerta con fuerza y me acomodé la vestimenta emprendiendo el paso a casa. Como imaginaba, mamá apenas me vio por la ventana abrió la puerta. Al entrar creí que me encontraría con su avalancha de preguntas, suerte que así no fue. No dijo mucho, tampoco actúo con recelo, simplemente besó mi cabeza y me dijo que no era la única amante de Keanu Reeves, pues Berty se quedó pegada a la pantalla viéndolo.

—Me iré a la cama —anuncié en medio de su suspiro viendo La casa del lago. Apenas me prestó atención, solo meneó su mano en despedida.

Subí las escaleras y me dirigí a mi habitación. Crush dormía sobre mis almohadones, así que no quise molestarlo; me senté con cuidado a los pies de la cama y saqué de mi abrigo el celular. Inspiré hondo y exhalé temblorosa, temía que mis teorías se hicieran ciertas y mi habilidad se hubiese descontrolado. Seleccioné una fecha cualquiera para viajar, deseando que no fuese demasiado tarde para hacerlo, porque las ansias por saber lo que sucedía me estaban ahogando y moriría por la incertidumbre que provocaba mi maldición.

Otro motivo para odiarla, porque fomentaba mi paciencia cuando menos la deseaba.

Cerré mis ojos repitiendo «por favor, por favor» una y otra vez, como una plegaria o el más angustiado ruego.

Díselo a la Luna ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora