Capítulo 9.

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-Vuelves y te desconcerta y ya verás como te romperán la cara en el ring. -Escuchar por quinta vez que me llame la atencion me dio las fuerzas necesarias para hacerle ver que si puedo.

....

-Derecha e izquierda. Así sabrás como manejarlo en el caso de si tu contrincante es izquierdo. -Explicó e hizo una muestra con el saco.

....

-Genial, sigue como vas.

....

-Perfecto, has hecho mucho por hoy. -Sentí un alivio inmenso al escuchar aquellas palabras.

-Creí que el entrenamiento era infinito. -Susurré lo suficientemente bajo como para que nadie más me escuchase.

-Lo has hecho muy bien. Hemos acabado por hoy. -Comentó quitando las vendas de sus manos con agilidad. -Mañana debes estar presente a esta misma hora. Y haste un favor, se puntual. -Me dio la espalda para guardar sus cosas y yo me dispuse a hacer lo mismo. Una vez ya había terminado de quitar todo miré al frente.

Alexander yacía con su playera quitada y aun dándome la espalda. En medio de esta había una larga y profunda cicatriz. Se veía que era de mucho tiempo. Pero eso no fue lo que me hizo verle con tanta atención. Sino, el hecho de que es tan parecida como la mía.

Flashback:

Subí los escalones tan rápido mis pequeños pies me lo permitieron. Entré corriendo a mi habitación y allí me sente en una esquina, enterré mi cabeza entre las piernas y cerré los ojos con fuerza.

Papá había llegado extraño, nunca le había visto de esta manera, parecía otra persona. Y yo estaba asustada.

Escuchaba ruidos en la planta baja y cosas ser rotas. Gritaba cosas inentendible y maldecia al mundo.

De pronto sus pasos se fueron acercando y las cosas dejaron de ser rotas.

-No puedes ocultarte de mi, pequeña mocosa. -Decía arrastras de palabras. Yo tenía miedo, tanto cual una niña de seis años. Algo había cambiado en casa. Ya mamá no me prestaba atención ni era cariñosa, todo el dia peleaba con papá. Él ya no era amoroso ni decía cosas lindas. Llegaba a casa de mañana y siempre llevaba consigo una botella de alcohol. Ambos me gritan sin razón. Hoy mamá se fue, dijo que debía hacer algo para poder comer. Papá tampoco estaba, y al llegar se le veía furioso, muy furioso. Su ropa estaba sucia y su aliento apestaba. -Eres una estúpida igual a tu madre. -Cada vez le escuchaba más cerca. -Estoy harto de ustedes, no sirven para nada. Por tu culpa estoy así, y me las vas a pagar. -Nunca en mis seis años le había escuchado hablar así, mucho menos a mi. Escuché como abría la puerta y luego sus pasos entrar. -No puedes esconderte de mi. -Enterré más mi cabeza en las piernas sintiendo mis lagrimas rodar por mi mejilla. -¿¡Dónde estás mocosa!? -Gritó sobresaltondome. Ahogué un grito sin moverme aún. -Hoy las pagaras tú ya que tu madre no está. -Entonces lo sentí.

El estaba parado frente a mi, lo podía sentir.

-Levantate. -Ordenó, más yo no lo hice. -¡Que te levantes te digo! -Sentí tanto miedo que lo que hice fue levantarme y comenzar a correr. Pero él me había tomado del brazo. Entonces hice lo primero en mi defensa: Mordí su brazo lo más fuerte que pude. Soltó una maldición y me soltó. -Maldita mocosa. -Yo corrí gritando, pero él fue más rápido y me tomó del pelo. -Ya veras lo que te toca. Eres una niña muy rebelde. -Sonrió y llevándome del pelo me arrastró hasta la planta baja, allí me soltó, pensé y me dejaría pero lo que hizo luego me asusto aún más. Quitó mi blusa y luego detrás de su espalda sacó una navaja. Era fina y larga, la punta de esta brillaba, podía mirar mi rostro asustadizo en ella.

Boxeadora OcultaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora