15. Esperanza

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   Lola se fue antes de que yo pudiera hablarle; ella nada más verme se aproximó a la salida y se marchó.

   ―El único consejo útil que puedo darte es que le des su espacio. Esa niña nunca fue fácil de tratar de todos modos ―comentó la bibliotecaria de pasada.

   ―¿Cómo dice?

   ―¿Eres sordo? Dije que ella te volverá a hablar cuando se sienta mejor, o cuando tenga ganas, que es más o menos lo mismo. Es un comportamiento típico en ella, te digo ―repitió con el mayor desinterés.

   ―¿Usted conoce a Lola? ―pregunté curioso.

   ―Ella solía venir aquí antes que tú, cuando leer estaba de moda, creo, pero un día dejó de hacerlo. ―Dejó su folio a un lado y me miró―. Llegué a pensar que era muda o algo. Tú eres el único con el que la he visto entablar una conversación más o menos decente.

   No pude evitar sonreír y asentí.

   ―Gracias... Eh... ―Esperé unos segundos intentando adivinar su nombre.

   ―Rosalía ―respondió.

   ―Rosalía ―repetí. Tomé mis cosas, listo para irme cuando la oí de nuevo.

   ―Este niño... Tanto tiempo viniendo a hacer nada y ni siquiera tuvo el cuidado de aprenderse el nombre de su servidora. Los jóvenes de hoy ya no tienen respeto, ¡qué terrible! ―se quejaba.

La biblioteca de las almas solitarias (PB.1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora