21. El acompañante

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   ―¡Ey, tú! ―gritó alguien detrás de mí y antes de que pudiera girarme la oí de nuevo―. Veo que sobreviviste a la lluvia.

   Era raro que Lola me hablase por motu proprio.

   Al darme la vuelta vi que ella llevaba en manos mi paraguas. Pero no era lo único que traía consigo: a su lado, con la mirada perdida y postura desenfadada, había un hombre ni muy joven ni muy viejo que la acompañaba.

   Ella se acercó y me extendió el paraguas.

   ―Gracias ―me dijo sonriendo y luego volvió con el hombre, acto seguido, se dio la vuelta y comenzó a caminar. El desconocido posó su mano en el hombro de Lola, yendo a la par.

La biblioteca de las almas solitarias (PB.1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora