―¡Ey, tú! ―gritó alguien detrás de mí y antes de que pudiera girarme la oí de nuevo―. Veo que sobreviviste a la lluvia.
Era raro que Lola me hablase por motu proprio.
Al darme la vuelta vi que ella llevaba en manos mi paraguas. Pero no era lo único que traía consigo: a su lado, con la mirada perdida y postura desenfadada, había un hombre ni muy joven ni muy viejo que la acompañaba.
Ella se acercó y me extendió el paraguas.
―Gracias ―me dijo sonriendo y luego volvió con el hombre, acto seguido, se dio la vuelta y comenzó a caminar. El desconocido posó su mano en el hombro de Lola, yendo a la par.
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La biblioteca de las almas solitarias (PB.1)
Historia CortaYo siempre voy a la biblioteca. No soy nada estudioso ni mucho menos un ávido lector, sólo voy para matar el tiempo. En la biblioteca suelo sentarme con algún libro en mano que finjo leer y a veces me duermo. La biblioteca era soli...