32. Familia

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   ―Javi, la comida ya está ―mi hermano se asomó por la puerta―. ¿Qué es eso?

   Sin preguntarme se acercó hasta mí que todavía tenía la foto entre manos y la tomó.

   ―¡Ey! ¡Devuélveme eso! ―grité, intentando arrebatárselo.

   ―¿No es esa tu novia? ¿Estás queriendo conocer a tus suegros? Dios, ¡esa mujer da tanto miedo! ―se mofaba mientras tanto.

   ―¡Cierra el pico, idiota! ―volví a gritar al fin quitándole la fotografía.

   ―¿A quién llamas idiota? ¡Al menos yo sí tuve novia! ―me respondió a los gritos también.

   ―¿Novia? ¡Besar por error a una compañera no es tener novia! ―contraataqué y mi hermano se encogió de hombros, tranquilo.

   ―Al menos yo sí besé a una chica ―dijo con sonrisa triunfante y eso colmó mi paciencia.

   ―¡Agh! ¡Hijo de puta! ―Hubo un silencio rotundo y supe que la había cagado.

   Oh, no...

   ―¡Mamá! ―gritó mi hermano gritó en dirección al pasillo―. Javi dijo que eras una...

   No lo dejé seguir porque me lancé sobre él.

   ―¡Que te calles, subnormal!

Terminamos ambos en el piso y a las piñas. Luego de eso lo siguiente que sentí fue un frío horrendo. Al levantar la vista, todo mojado, vi el rostro muy enojado de mi madre y en su mano una olla vacía.

   ―¡¿Qué les pasa a ustedes?! ―gritó enfadada―. ¡Hay que separarlos como a los perros! Y den las gracias de que no había agua caliente.

   Me levanté antes de que me dijera algo, pero mi hermano se quedó en el piso, haciéndose el pobrecito, aunque después hizo lo mismo que yo.

   ―Perdón ―le dije a mi madre aunque en realidad no lo sentía. Mi hermano no dijo nada y se puso instantáneamente detrás de ella, aunque tenía un rostro verdaderamente culpable se fue sin decir nada.

   Durante la cena, el ambiente se sentía muy tenso: mientras mi madre se limitaba a servir la cena, mi padre veía las noticias. Yo no intenté hablar con mi hermano ni él hizo el intento tampoco.

La biblioteca de las almas solitarias (PB.1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora