38. Hermanos

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   ―¿Y por qué no le preguntas a tu padre donde vive y vamos con ella? ―pregunté desde mi lugar.

   ―No. Prefiero mantener a mi viejo lejos ―respondió desde el suyo. Estaba sentada en el suelo rodeada de un montón de agendas y hasta un mapa. Una forma bastante rara de buscar a alguien en tiempos modernos.

   ―Si tú lo dices...

   ―Ustedes dos ―la voz apagada y gangosa se Rosalía me hizo pegar un salto―. Alguien te busca, niña.

   Entre los dos nos miramos, ¿alguien buscando a Lola?

   Seamos sinceros, ella no tiene muchos amigos.

   Lola se encogió de hombros, se levantó y se marchó en compañía de Rosalía y yo las seguí con la mirada.

   Segundos más tarde, en cámara lenta, vi cómo una sonrisa iluminaba su rostro mientras corría a abrazar a un niño de doce o trece años.

   ―¡Dan! ¡Daniel, cuánto tiempo sin vernos! ―gritó llena de alegría.

   ―Cierto, muy cierto. Ahora, por favor, suéltame ―respondió asfixiado.

   Por alguna razón mágica y misteriosa, llamémoslo milagro, Lola se reencontró con su hermano después de dos años.

La biblioteca de las almas solitarias (PB.1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora